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Columnistas | PUBLICADO EL 03 marzo 2020

Coronavirus, miedo y tecnología

Por juan camilo quinterojuanquinterocti@gmail.com

La semana pasada causó revuelo en redes sociales la publicación de algunos fragmentos del libro Los ojos de la oscuridad, del escritor norteamericano de Best Sellers, Dean Koontz, publicado en el año 1981. La razón, en su novela, de manera más o menos acertada, Koontz describe una pandemia que bien podría ser la del Covid-19, conocido inicialmente como el coronavirus de Wuhan. De manera impactante, en su libro, Koontz describe cómo hacia el año 2020, la humanidad debería afrontar el ataque global de un virus respiratorio intratable, cuya complicación más grave sería la neumonía, y que surgiría en la ciudad China de Wuhan. En este caso, me parece que las coincidencias son sorprendentes y puntuales, no dejando de ser: coincidencias. No creo que estemos frente al surgimiento de un Nostradamus, ni mucho menos de nuevo un Julio Verne, creo que es una gran casualidad que ha generado revuelo.

Lo que sí es asombroso es la manera como la literatura muchas veces se adelanta a los tiempos y dibuja trazados inquietantes sobre nuestro futuro. El caso de Julio Verne es emblemático, así como el de otros autores que han acertado con bastante precisión algunos hechos que se darían en el futuro.

Siempre se ha especulado que algunos escritores tienen relación directa con científicos, lo cual les permite alcanzar tal precisión en sus obras. En este sentido, me parece más inquietante, no tanto acertar en hechos puntuales, como describir comportamientos sociales. Una cosa es decir que el hombre viajará a la Luna y otra, muy diferente, lograr describir esa sociedad que decide viajar a la Luna. Esto último es lo que logra una de las principales distopías del veinte, 1984, de Orwell, que nos dio en su obra muchas claves para entender nuestro presente y futuro como sociedad, como especie.

No deja de ser paradójico que en el instante de la historia en el cual nuestra sociedad se vanagloria de haber alcanzado uno de sus mayores momentos de evolución, en el siglo en que ciencia y tecnología se volvían casi incuestionables, la humanidad, para enfrentar un nuevo virus, parece mirar, no hacia el futuro, sino más bien hacia el pasado. En efecto, las medidas que las comunidades, políticas y científicas, han decidido implementar para contrarrestar esta pandemia parece más de la edad media que de la época actual.

Más allá de teorías conspirativas, de si el Covid-19 es tan letal como dicen, de si es un invento en la nueva guerra biológica entre potencias, para una sociedad que se ha jugado a fondo por la salud, una mayor longevidad y el bienestar físico, que ha tratado de desterrar a la enfermedad y a la muerte insistentemente, la forma en que hemos tratado de detener el coronavirus, incluso si lo logramos hacer, es probablemente un fracaso preocupante. Ciudades y países atrincherados, vuelos cancelados, prohibición de espectáculos públicos, calles semidesiertas, parecen medidas más acordes a la impotencia de poder detenerlo desde la ciencia con velocidad.

En un mundo en el que todo está a un vuelo de distancia, cada vez los riesgos de pandemias serán mayores. El reto quizá también sea entender nuestra fragilidad, donde muchas veces la tecnología no llega a la par con soluciones a estos graves problemas de la humanidad. El mundo que vivimos de exponencialidad y disrupción tecnológica, pero también de diseminación se está aplicando en casi todo, y las enfermedades no son ajenas a esta megatendencia.

Juan Camilo Quintero

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