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Columnistas | PUBLICADO EL 17 octubre 2021

Cómo vivir (bien) con 24 horas al día*

Por David Escobar Arango**david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

No he tenido tiempo, decimos. Es que no me alcanza la vida, nos excusamos. Una de las enfermedades sociales de nuestra época es el exceso de ocupación y la sensación de que nunca estaremos a la altura de las expectativas del mundo. Adicionalmente, nos aqueja algo aún peor. No solo no logramos cumplirle a otros, sino que nos traicionamos a nosotros mismos, dejamos para después los asuntos que supuestamente más nos importan, como la familia, la lectura, el descanso o aquel proyecto crucial de la oficina. ¿Conversamos sobre el manejo del tiempo, que es realmente la administración de la existencia o, dicho mejor, el arte de vivir?

El fenómeno de una humanidad afanada y corta de tiempo es relativamente nuevo. El capitalismo y la urbanización, con todo el valor que crearon, nos separaron de los ciclos de la Tierra. ¿Has visto a un campesino quejándose de sus múltiples ocupaciones u ordeñando a su vaca siete veces al día para “ganar tiempo”? Así como nos engañamos con aquello de que la naturaleza y las personas son recursos, se nos ocurrió que el tiempo es algo de lo que se dispone y que hay que aprovechar. Olvidamos que no tenemos tiempo, sino que somos tiempo.

Debemos entender, entonces, que estamos aplicando soluciones técnicas a problemas existenciales. ¿Cuánto habremos leído sobre el tema? Covey y su metáfora del balde con piedras grandes, pedruscos, arena y agua; las técnicas de Pomodoro y la del Buzón cero para los que sufrimos el correo electrónico, para mencionar solo unas pocas. Cada solución que aplicamos parece empeorar la situación. Siempre pasa como en aquella tira cómica de Olafo, donde Helga está abrumada, cada vez más ocupada en la casa y él, cruel y machista, le explica: “Al que hace las cosas bien siempre le asignan más trabajo”.

Oliver Burkeman, en su reciente libro “Cuatro mil semanas. Administración del tiempo para mortales”, sugiere, en primer lugar, reconocer que somos finitos, dejar de negar esa realidad. No podremos hacerlo todo ni vivirlo todo, vamos a morir. El futuro es un préstamo y la planeación, en el mejor de los casos, no pasa de ser una buena intención. Por eso debemos escoger muy bien a qué vamos a dedicar cada hora de cada día de las cuatro o cinco mil semanas que permaneceremos en la tierra.

Lo más bello de escoger, tanto en el tiempo como en el amor, es que es una acción que llena de sentido lo escogido. Ahí puede servir la anécdota, probablemente apócrifa, de Warren Buffet, en la que aconseja listar, en orden, las 25 cosas más importantes de nuestra vida, señalar las primeras cinco ¡y evitar a toda costa las siguientes 20! Debemos dejar de sufrir por lo que no haremos y esforzarnos por disfrutar lo que elegimos hacer. Como en un jardín, la planta a la que prestemos atención florecerá y “la atención es el comienzo de la devoción”, como escribió la poeta Mary Oliver.

Finalmente, para provocar la tertulia, te comparto algo que me gustó del libro de Burkeman. Propone reservar, antes que cualquier otra cosa, tiempo para el vacío, el silencio y el ocio; incluso habla del “derecho a la pereza”. No tanto porque estas actividades nos ayuden a ser más productivos, trampa común, sino porque son el objeto central de la existencia. Tal vez por eso el inversionista Naval Ravikant dice, y con ello sacude muchos paradigmas: “La creatividad nace con un calendario vacío y muere con uno lleno”

* Inspirado en “Cómo vivir con 24 horas al día” de Arnold Bennet (1908).

** Director de Comfama.

David Escobar Arango

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