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Tenemos un comercio exterior mediocre, que lamentablemente es reflejo de una economía poco diversificada y de baja productividad.
Por Luis Diego Monsalve- opinion@elcolombiano.com.co
Informes recientes sobre las exportaciones e importaciones del país muestran que ambas se han reducido este año alrededor de un 30% en comparación con el año anterior. Esta es una señal de alarma importante para la economía de Colombia porque la gran mayoría de países en desarrollo que han logrado avances importantes en las últimas décadas lo han hecho diversificando y aumentando sus exportaciones. Al mismo tiempo, las mayores divisas logradas han servido, por otro lado, para importar bienes de capital que sirven para hacer crecer y modernizar las capacidades productivas locales.
Otro reporte reciente de la OCDE, de la que nuestro país forma parte desde hace algunos años, muestra cómo Colombia es el país que menos exporta per cápita de toda la organización. Con solo 1.100 dólares anuales por persona, exportamos 2 veces menos que Perú, alrededor de 5 veces menos que otras economías de la región como México o Chile, 10 veces menos que España, y unas 142 veces menos que Irlanda, que a propósito era uno de los países más atrasados de Europa medio siglo atrás y hoy tiene uno de los PIB per cápita más altos del mundo.
Quienes hemos vivido en el continente asiático hemos visto de primera mano cómo los países de esa región que han tenido un gran crecimiento en las últimas décadas lo han logrado principalmente enfocándose en vender más y mejores productos al mundo. Así mismo, desde allí se nota claramente que países como Chile, Uruguay o Perú, entre otros, se han volcado exitosamente a vender más productos a la región asiática en los últimos 30 años. Esta ha sido una estrategia concertada entre gobiernos y empresarios, en la que la mayoría de los países, siendo Colombia uno de los pocos que se quedó por fuera, han ingresado a la APEC (Foro de Cooperación Asia Pacífico). Además, se han firmado múltiples tratados de libre comercio y a su vez los productores de dichos países han hecho un importante esfuerzo comercial, con una presencia constante y decidida en esos mercados.
Todas estas realidades demuestran la falta de productividad y competitividad de nuestra economía. Seguimos dependiendo en más del 50% de las exportaciones de hidrocarburos y minerales como el petróleo, el carbón o el oro. Nuestras exportaciones agrícolas en general están estancadas en productos como el café y el banano, algo mejor en flores o azúcar y algunos productos en crecimiento como el aguacate o limón, pero aún estamos lejos de aprovechar todo el potencial que genera nuestras tierras. Hace pocos días se dio la noticia del inminente acceso de la carne bovina al mercado chino, donde habría oportunidad de vender volúmenes importantes: ojalá que sepamos aprovecharlo para mejorar la productividad de este sector.
Tenemos además algunas exportaciones industriales en sectores como el de las confecciones y el metalmecánico, pero igualmente sin un crecimiento significativo en los últimos años. Quizás un sector generador de divisas que muestra una dinámica interesante sea el turismo, pero a futuro tendríamos que hacer inversiones importantes en infraestructura para que realmente tenga un crecimiento exponencial.
En resumen, tenemos un comercio exterior mediocre, que lamentablemente es reflejo de una economía poco diversificada y de baja productividad. Este es una limitación muy importante para lograr un mayor crecimiento económico, así como para alcanzar menores tasas de informalidad y pobreza. Para obtener mejores resultados en este campo se requieren menos anuncios gaseosos de una futura economía “descarbonizada” o “reindustrializada” y mucho más diseño y ejecución de políticas y estrategias concertadas con todos los actores económicos del país.