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Columnistas | PUBLICADO EL 27 abril 2015

Cinco años de carrera y no saben escribir

Porana cristina aristizábal uribeanacauribe@gmail.com

La semana pasada se publicó un estudio universitario sobre la pobreza del léxico de los estudiantes universitarios en Bogotá. Aunque el estudio es solo de la capital, sabemos que es un problema de gran parte de la juventud del país. Muchos de nuestros muchachos no saben hablar, su vocabulario es de una pobreza desesperante y para expresar alguna idea tienen que acudir a groserías que terminan siendo sinónimos de todo.

Lo más preocupante del hecho es la relación que existe entre lenguaje y pensamiento: pocas palabras, poco pensamiento; lenguaje limitado, pensamiento limitado. El mundo es del tamaño del vocabulario que tengamos: al saber nombrar el mundo, tenemos enorme posibilidad de pensarlo y de habitarlo.

Pero a lo mejor ese desprecio de los jóvenes por el lenguaje tenga que ver con el desprecio que les produce el mundo que están heredando. Quizá les parezca que de este mundo nada bueno hay para nombrar, o solo les inspira insultarlo con cada palabra que usan. A lo mejor por eso, de cada 20 palabras de una frase, 10 son groserías. Pero son solo especulaciones mías.

Lo cierto es que de las universidades están saliendo profesionales con unas muy reducidas competencias escriturales y orales. Es inconcebible que un profesional, después de 5 años de universidad, salga hablando y escribiendo como cuando estaba en noveno grado.

Algunos se escudan diciendo que la carrera escogida no tiene que ver con la lectura ni con las palabras ni con la escritura, que lo de ellos son los números o las ciencias. Por esta razón existen ‘profesionales’ incapaces de presentar un informe oral o escrito, que tienen una letra que parece de quinto de primaria y tienen una cortedad para nombrar el mundo, que recuerda la edad de la inocencia.

Y el problema es que el fenómeno es alimentado por algunos adultos, algunos de ellos profesores, que tienen igual problema; y que, por ejemplo, no saben para qué sirve la coma ni el acento en la frase “Diciendo no, lo mató” y “Diciendo, no lo mato”. O son capaces de dejar que el corrector del PC les deje el acento en “En el adjunto envió el formato solicitado”, sin reparar que lo correcto es “En el adjunto envío el formato solicitado”.

Pero el problema más inquietante lo muestra el estudio bogotano, en donde se establece que palabras como ‘güev...n’ significa ‘amigo’; y ‘gonorrea’ algo extraordinario. Y así hay múltiples ejemplos que demuestran que esta cultura cada vez se empareja más por lo bajo, sin hacer el mismo esfuerzo por emparejar por lo alto.

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