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Los desafíos son compartidos: garantizar que sea suficiente para los trabajadores sin comprometer la sostenibilidad empresarial, combatir los efectos de la inflación, y promover la productividad y la formalidad.
Por Carolina Camacho - carolina.camacho@garrigues.com
El salario mínimo, uno de los instrumentos más importantes para garantizar condiciones laborales dignas, adquiere características particulares según el país en América Latina. Aunque en toda la región se busca cubrir las necesidades básicas de los trabajadores, su diseño y aplicación varían ampliamente debido a las diferencias en contextos económicos, políticos y sociales.
Al comparar los casos de Colombia, Perú, Chile y México, se identifican dos enfoques principales. Por un lado, algunos países aplican un salario mínimo uniforme para todo su territorio, independientemente del sector económico o la región. Por otro lado, otras jurisdicciones optan por modelos diferenciados, considerando variables como la ubicación geográfica, la actividad económica o incluso la edad del trabajador.
En Colombia y Perú, por ejemplo, se adopta un enfoque de uniformidad nacional. Ambos países fijan anualmente un salario mínimo único que aplica a todos los trabajadores sin importar su oficio o profesión. Este proceso involucra al gobierno, los gremios empresariales y las centrales sindicales, quienes buscan establecer un consenso a través del diálogo social.
Chile, aunque también aplica un salario mínimo único para todas las industrias y regiones, introduce una distinción etaria. Los menores de 18 años y mayores de 65 reciben un monto inferior, una medida diseñada para atender las particularidades de estos grupos poblacionales. En este país, el proceso de fijación incluye al presidente, el congreso y representantes de trabajadores y empresarios.
En México, el salario mínimo refleja una estructura más compleja. El país está dividido en dos áreas geográficas: la Zona Libre de la Frontera Norte, donde los salarios son más altos debido a su cercanía con Estados Unidos, y el resto del territorio, con un salario inferior. Además, México cuenta con un salario mínimo profesional que varía según el oficio o sector, una medida que reconoce la diversidad del mercado laboral.
A pesar de estas diferencias, los desafíos son compartidos: garantizar que el salario mínimo sea suficiente para los trabajadores sin comprometer la sostenibilidad empresarial, combatir los efectos de la inflación, y promover la productividad y la formalidad laboral. Encontrar el equilibrio entre las demandas de los trabajadores y las posibilidades de los empleadores es una tarea compleja que requiere un enfoque constante de negociación y consenso.
El diálogo social emerge como un elemento clave en todos los casos. La participación activa de gobiernos, empresarios y sindicatos en la definición del salario mínimo resalta la importancia de construir acuerdos que no sólo respondan a las necesidades inmediatas, sino que también promuevan el desarrollo económico y social a largo plazo.