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Por Andrés Restrepo Gil - opinion@elcolombiano.com.co

Cegados por la fascinación

Las investigaciones sobre tecnología usualmente se tambalean entre resultados ambiguos y contradictorios.

hace 7 horas
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Por Andrés Restrepo Gil - opinion@elcolombiano.com.co

La tarea que se les propuso a los participantes del experimento fue relativamente sencilla: escribir un ensayo. Para ello, se dividió al grupo en tres. Al primero no se le ofreció herramienta alguna. El segundo grupo podía acudir a motores de búsqueda, como Google, por ejemplo. El tercer grupo podía estructurar su trabajo, utilizando ChatGPT. Esta herramienta, ChatGPT, es en términos sencillos un programa que, con inteligencia artificial, puede hacer un sinfín de actividades: responder preguntas, escribir poemas, redactar ensayos, traducir textos, diseñar imágenes y hacer una cantidad ingente e inimaginable de tareas. Tú preguntas y el programa responde. Tú le indicas y el programa hace.

Conforme realizaban el escrito, a los participantes se les registraba la actividad cerebral con un electroencefalograma. Este es un procedimiento que permite evaluar la actividad eléctrica del cerebro. Con los electrodos en la cabeza, cada uno debía escribir su ensayo, apelando para ello a los instrumentos que le fuesen permitidas: ChatGPT, motores de búsqueda o, para el caso del primer grupo, nada en absoluto. Nataliya Kosmyna, la investigadora del Massachusetts Institute of Technology que lideró el experimento, quería saber cuántos recursos cognitivos se veían implicados en la realización de una misma actividad, apoyados en diferentes herramientas.

Los resultados no fueron imprevisibles. Ni sorprendentes. Que una herramienta como ChatGPT, que puede realizar tareas complejas y textos bien estructurados, contribuya al atrofiamiento de nuestras capacidades cerebrales parece una consecuencia natural. La conclusión a la que llegó Natalia Kosmyna y su equipo fue que quienes utilizaron inteligencia artificial para escribir el texto tuvieron menos actividad cerebral, sobre todo en aquellas zonas que se relacionan con la memoria y con la concentración. Además de lo anterior, hubo algo que, entre otras cosas, llamó la atención: algunos de los profesores que revisaron los ensayos escritos con ChatGPT coincidieron en que carecían de alma, estaban privados de cualquier tipo de originalidad y se encontraban lejos de ser realmente auténticos. Estos fueron textos más homogéneos y menos creativos.

Asistimos hoy a un uso generalizado de este tipo de herramientas. Muchos hemos caído seducidos ante las posibilidades que la inteligencia artificial permite, por la rapidez y la precisión con la que resuelve problemas y por las tareas que nos ahorra. Todo en ella está en movimiento: su uso va en crecimiento, las razones por las que se le utiliza se siguen multiplicando, mientras se amplían los campos en los que se puede aplicar. Sus atributos la hacen una herramienta magnética. Sin embargo, creo que disfrutar de las nuevas conquistas y de las nuevas invenciones, no puedo privarnos de advertir los nuevos peligros. La investigación de Kosmyna no es concluyente, ni sus resultados son definitivos. Las investigaciones sobre tecnología usualmente se tambalean entre resultados ambiguos y contradictorios. Pero la inquietud de la investigadora es profundamente válida: hemos dado por sentado que la inteligencia artificial es una herramienta aplicable en cualquier campo, dada la conjunción de bondades de las que se compone. Pero no hemos dimensionado los problemas que se esconden tras ese aglomerado de virtudes.

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