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Por Alejo Vargas Velásquez - vargasvelasquezalejo@gmail.com
Acaba de publicar este año el colega francés Gilles Dorronsoro una obra, “El peor de los males. La guerra civil” –en francés “Le pire des maux. La Guerre civile”-, que sin duda amerita que los colombianos la estudiemos y que la veamos, no como la ‘fórmula’ para resolver el debate o aparente debate, acerca de cómo caracterizar lo que estamos viviendo en nuestro país, que pareciera ser la gran preocupación de algunos colegas, sino como una forma más de acercarnos a la caracterización de nuestro largo y para muchos fatigante conflicto armado interno -o ¿guerra civil? -.
Gilles Dorronsoro, dice sobre su último libro en entrevista para El Grand Continent lo siguiente:
“El título está tomado de una reflexión de Pascal que retoma un lugar común del pensamiento clásico. Esta fórmula pone el dedo en la llaga de una dimensión clave de las guerras civiles: su efecto nocivo a largo plazo sobre las sociedades.
La guerra civil, en definitiva, es una guerra que nunca termina realmente.
Mientras que las guerras entre Estados pueden servir para construir una identidad nacional —la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, para Francia—, las guerras civiles tienden a crear fracturas en la memoria, aunque pueden iniciar una centralización estatal, como demostraron las guerras de religión.
Así, la Civil War estadounidense es una clave esencial para entender el funcionamiento político de los Estados Unidos hasta hoy, por ejemplo, la recomposición política de los grandes partidos con el paso del Sur, demócrata hasta la década de 1960, al Partido Republicano. El caso francés también es interesante: la Vendée sólo existe como entidad política gracias a la Revolución Francesa. El debate sobre el «genocidio de la Vendée», que surge en el momento del bicentenario de la Revolución, se inscribe en el desarrollo de un pensamiento ultraconservador que se va imponiendo progresivamente.”
El Profesor Dorronsoro parte de señalar que las guerras civiles han acompañado toda la historia de la humanidad. Y añade que más allá de la idea, muy compartida que las sitúa en los países del sur, las guerras civiles son un fenómeno universal, que, cuestionando la evidencia de las miradas rutinarias, hacen visible aquello sobre lo que se basa el orden social.
Partiendo de encuestas hechas en terreno a guerras civiles contemporáneas, el autor desarrolla una aproximación que combina lo comparativo y lo cualitativo, entendiéndolas como enfrentamientos violentos al orden social y hace su aproximación a partir de tres hipótesis: 1) Las guerras civiles actuales, lejos de ser enfrentamientos internos, son fenómenos trasnacionales donde la dinámica depende de los enfrentamientos, los recursos y las normas del sistema internacional; 2) señala que la formación de un orden social producto de la insurgencia pasa por la instauración de nuevas instituciones que transformen la sociedad en sus aspectos más esenciales...; 3) las guerras civiles crean las condiciones de una transformación de las relaciones entre hábitos, estrategias y reflexividad. Por supuesto, las posibilidades de establecer esas estrategias están limitadas debido a un alto nivel de incertidumbre, lo que genera una multiplicidad de estrategias a corto plazo que apuntan a frenar su desarrollo, la adaptación o la supervivencia.