Pico y Placa Medellín
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Pienso que la esencia más pura y hermosa de Medellín habita en estos barrios... Estas laderas están llenas de talento extraordinario, y a menudo no lo notamos.
Por Aldo Civico - @acivico
Llego a Manrique Oriental por la tarde y pregunto por la sede de El Balcón de los Artistas. Me indican una pequeña puerta de hierro blanca. Entro y subo dos pisos por unas escaleras oscuras y estrechas. En los muros cuelgan gigantografías de los cuerpos de baile de la academia. Al llegar, saludo a doña Martha Elena Álvarez Ossa. Ella es la mujer que, desde hace 32 años, lidera incansablemente esta joya de arte y cultura en Medellín. Lo hace contra viento y marea, con las uñas, y, sobre todo, con un amor incondicional hacia los jóvenes. En dos humildes salas, decenas de niños y jóvenes ensayan coreografías estructuradas al ritmo de salsa y tango. Hay rigor, método y disciplina. También un profundo orgullo que se refleja en sus miradas.
Pero no fue solo la perfección técnica de los pasos, la elegancia en los arreglos coreográficos o la fluidez en los movimientos acrobáticos, sino ese orgullo, esa llama que arde en el pecho de estos bailarines expertos, lo que cautivó mi corazón la primera vez que vi al ensamble profesional, hace dos semanas. Hoy, en su sede, bailan un tango con giros precisos y proyecciones impecables sobre las notas de Roxanne, del musical Moulin Rouge. Al verlos, se me eriza la piel, se me forma un nudo en la garganta. Cuánta pasión, cuánta intensidad, cuánta perfección.
El origen de El Balcón de los Artistas está profundamente ligado a la violencia que marcó las laderas de Medellín en los años noventa. Apasionada por la danza, doña Martha empezó a enseñarles a bailar a los jóvenes para alejarlos de la violencia. Fue una intuición genial que permitió a estos chicos acceder a la inteligencia del cuerpo, imaginar otros horizontes y construir destinos alternativos. “Arranqué enseñándoles a bailar, y eso dio resultado”, me dice sin vanidad, como si no fuera consciente de que es una hacedora de milagros.
Me reúno con Cristian Durán y Manuela Arroyave, dos de los principales bailarines de El Balcón de los Artistas. Cristian también es coreógrafo y coordinador del cuerpo de baile profesional. Escucho sus historias, sus sueños. Sus vidas están marcadas por triunfos –ambos han ganado premios internacionales– pero también por heridas emocionales. Muchos de esos dolores los enfrentaron juntos. Cristian, por ejemplo, tuvo que irse a vivir con la familia de Manuela cuando tenía trece años, para no renunciar a su sueño de bailar. Hoy siguen siendo hermanos elegidos, aunque Cristian regresó recientemente a casa para reconciliarse con su madre. Sus historias de amor, valentía y evolución se reflejan en sus coreografías, en la pasión con la que bailan y en la capacidad que tienen de tocar las fibras más sensibles de quienes tienen el privilegio de verlos.
Terminamos el día en un restaurante del barrio, alrededor de una mesa. El ambiente es familiar, entre risas y cuentos. Pienso que la esencia más pura y hermosa de Medellín habita en estos barrios. Me cuentan del tour que harán este verano por Europa. De Manrique al mundo. Estas laderas están llenas de talento extraordinario, y a menudo no somos conscientes de ello.