Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
Petro quiere poner en pie de guerra al pueblo para que salga a las calles, incentivándolo con discursos delirantes para exacerbar los ánimos en la lucha de clases. Sin escrúpulo alguno declaró cívico el día de ayer para facilitar las marchas que apoyan sus propuestas.
Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co
Sería delicado para el futuro nacional, si Petro gana la consulta popular. Está decidido a enfrentar lo que se le venga encima. La convocó para salvar la reforma laboral que anoche ha debido naufragar en la plenaria del Senado, siempre que las trapisondas de última hora del dueto Petro–Benedetti para revivirla no hayan surtido efecto.
Petro quiere poner en pie de guerra al pueblo para que salga a las calles, incentivándolo con discursos delirantes para exacerbar los ánimos en la lucha de clases. Sin escrúpulo alguno declaró cívico el día de ayer para facilitar las marchas que apoyan sus propuestas, atractivas para el pueblo raso pero perniciosas para el manejo macroeconómico nacional. El país, el que produce e invierte para generar riqueza y empleo, observa con estupor su avilantez para crear espejismos en el complejo panorama laboral colombiano. Con preguntas simples y seductoras construirá el texto de la consulta, lo que despertará ilusiones atractivas en el imaginario popular.
Para promocionar su idea, culpa a las oligarquías colombianas de oponerse a las reformas sociales. Le declara guerra al Senado. Es el pueblo “el que debe decidir sobre su destino”, para encontrar vociferantes apoyos en las calles. En ellas definirá el destino de la nación. Ni por el forro admite la auténtica representación del pueblo por los organismos consagrados en la Constitución como legítimas corporaciones de expresión de la voluntad popular. Echa gasolina evocando el estallido social del 2021 con lecturas amañadas sobre el significado de esta explosión popular manipulada.
Con la consulta popular arranca la campaña electoral. Petro cree que gana con cara o con sello. Si la gana, se hace difícil que el Pacto Histórico malogre su triunfo en el 2026. Si la pierde, podría capitalizar la derrota sindicando a las oligarquías de boicotear sus “nobles propósitos” de disminuir la desigualdad y la pobreza. Ese argumento victimista le servirá de bandera en las elecciones presidenciales.
Para ganar la consulta requiere, primero, que el Senado autorice su convocatoria, y luego que 13.7 millones de ciudadanos voten, y que de ellos la mitad más uno lo hagan por el Sí. Una meta nada fácil si se revisa la breve historia de las pocas consultas, referendos y plebiscitos malogrados que en el país se han realizado. La consulta anticorrupción de 2018 promovida por Claudia López ni siquiera pasó el umbral. El referendo de Álvaro Uribe, cuando estaba en el apogeo de su prestigio, apenas logró que una pregunta del ladrilludo cuestionario fuera aprobada. Juan Manuel Santos sacó por arte de magia el plebiscito que perdió en las urnas pero lo ganó en las sombras chinescas de la Casa de Nariño. Según la ley, en las consultas populares no pueden someterse a voto articulados legales. Petro pensaría que, si le aprueban su consulta, podría expedir sus reformas vía decreto, bajo el pretexto de estar cumpliendo un “mandato político del pueblo”, así fuera muy cuestionable jurídicamente.
Si el gobierno gana la consulta, el panorama para el “Establecimiento” es de tormenta. Si la pierde, la derrota será una premonición para la debacle petrista en las presidenciales. El compromiso es serio.