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Un golpe esperado

Rojas Pinilla cayó cuando había fracasado en su intento de hacerse reelegir de una Asamblea Nacional Constituyente que modeló a su arbitrio. Un paro nacional le tendió la lápida a su orgullo populista.

12 de junio de 2024
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  • Un golpe esperado
  • Un golpe esperado

Por alberto velásquez martínez - opinion@elcolombiano.com.co

Mañana el país recuerda el golpe militar del 13 de junio de 1953 del general Rojas Pinilla. Fue el único golpe de Estado castrense del siglo XX. Pocos lo veían posible en un país que se preciaba de tener la democracia más antigua y sólida del continente.

Pero el golpe se veía venir. La situación de orden público era insoportable. La lucha a muerte de sus dos partidos políticos y la irreconciliable división del que gobernaba, iban socavando la estabilidad del gobierno. El comandante de las FF.MM., Rojas Pinilla, derrocó al presidente conservador Laureano Gómez, que había sido elegido por su partido con ausencia de un liberalismo obligado por las circunstancias adversas a marginarse de las urnas.

En el gobierno, Rojas fue dilapidando el apoyo que inicialmente le dio la mayoría de un país acorralado por el régimen autoritario de la época. Un país ingenuo que creía en sus reformas sociales y en la paz. Comenzó a practicar una política populista inspirada por asesores de la más rancia estirpe socialista y del más crudo fascismo. Una revoltura que terminó indigestándolo. Hablaba galimatías y se enredaba en el binomio pueblo/Fuerzas Armadas, para creer que era inderrocable...

Ambicioso, Rojas comenzó a cavilar sobre su reelección –anticipándose al petrismo de hoy– animado por el entonces ministro de Guerra, quien declaró que “era una decisión inmodificable de las Fuerzas Armadas su reelección hasta el año 1962”. Pero se encontró con el muro de una sociedad civil corajuda y decidida. Claro que había un Alberto Lleras para encabezar la política de reivindicación nacional. Buscó a Laureano Gómez y se abrazó con él. Trazaron y pactaron el Frente Nacional como tregua en la tribal lucha partidista. Bajo el mando de ambos comenzó el país a tomar conciencia de sus responsabilidades de nación civilizada y democrática. Se derrotó el pesimismo de quienes consideraban inútil la lucha frente a tantas amenazas. “Se llegó a la convicción de que Rojas Pinilla, y solo él, era el problema, crecido y creado por la corrupción de las altas esferas y de sus familiares”, sentencio López Pumarejo. 70 años después la actual situación colombiana encuentra bastante parecido...

En su desespero agonizante, Rojas recurrió a la lucha de clases. Irritaba al país con medidas draconianas que fueron modelando el contragolpe del 10 de mayo de 1957. No creía que con el peso de la Constitución se le aplastara, al suponer que ésta era más débil que la fuerza de algunos mandos castrenses que lo adulaban. Ignoró que altos generales de la República se reunían en residencias de dirigentes políticos y de hombres de empresa, resueltos a ponerle punto final a sus desmanes propios de la pasión populista y atrabiliaria. Cayó cuando había fracasado en su intento de hacerse reelegir de una Asamblea Nacional Constituyente que modeló a su arbitrio. Un paro nacional de todas las fuerzas vivas y sociales cansadas de tantas inseguridades y atropellos, le tendió la lápida a su orgullo populista y a sus ambiciones desmedidas...

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