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Admirar a alguien es bueno para el alma

Cuentan sus alumnos, que ante todo, era un profesor que enseñaba a hacerse las preguntas correctas, un ser fantástico con un gran sentido del humor que se burlaba de sí mismo, signo de su sabiduría.

11 de agosto de 2023
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Por Juan Carlos Manrique - jcmanriq@gmail.com

La muerte de Malcolm Deas pone fin al ciclo de una generación de pensadores extranjeros —James Parsons, Laughlin Currie, David Bushnell y T. Lynn Smith— que se enamoraron de nuestro caos ordenado o desordenado, según el observador.

Deas fue un historiador británico de muchos kilates, un rara avis. Como profesor de Oxford se especializó en el estudio de América Latina y particularmente de Colombia. Adquirió la ciudadanía colombiana y murió como un colombiano ilustre, generoso, agudo y con un espíritu superior. Cuentan sus alumnos, que ante todo, era un profesor que enseñaba a hacerse las preguntas correctas, un ser fantástico con un gran sentido del humor que se burlaba de sí mismo, signo de su sabiduría. Y como buen sabio, entendía que era mejor hacer la historia que escribirla. Qué más se puede pedir.

Un día el presidente Virgilio Barco le preguntó: Malcolm, ¿cuál va a ser el veredicto de la historia sobre mí? Mejor no se preocupe, porque la historia la escriben los historiadores, un gremio poco confiable, le respondió con cierta ironía.

Era muy crítico sobre la profundidad y el contexto de la escritura histórica colombiana. “Hay mucho fatalismo en Colombia, basado en lecturas superficiales de su historia. Espero que la historia sobria disminuya el fatalismo.”

En sus conversaciones desmontaba mitos y narrativas sin fundamento. “Es un mito decir que nunca habíamos tenido en Colombia un gobierno de izquierda. Yo estoy en contra del clásico dicho colombiano de que todos los gobiernos son los mismos con las mismas. Considerar que el país ha sido gobernado por una oligarquía y que todos sus presidentes han sido oligarcas, es falso. Es otro mito que hay en Colombia. Por ahí, un medio oligarca es Ernesto Samper, pero de una familia ‘oligarca’ venida a menos.”

En una de sus últimas entrevistas le preguntaron: ¿El país está muy polarizado? “Es cierto que hay mucha división, pero se tiende a exagerar la profundidad de esta. Cuando se presentó la vieja lucha sectaria entre liberales y conservadores, el país sí estaba realmente polarizado y la violencia era cruda”.

Se preocupaba por nuestros vicios y males endémicos. Entendía como nadie los límites del poder, de la política y del Estado. Entendía como nadie las complejidades del cambio. “Los colombianos tienen como vicio nacional criticar a sus gobiernos de manera rápida y superficial. Nunca ha sido fácil gobernar este país. Todos los gobernantes están frente a una tarea difícil para disminuir la desigualdad. Colombia siempre es un reto, no sucederá el milagro de que llegue un presidente y todo sea fácil. La solución a la violencia es terriblemente difícil.”

Era, ante todo, un buscador de la verdad. “Uno debe estar dispuesto a cambiar las hipótesis iniciales, según la evidencia. Cada vez que viajo a una región colombiana, he tenido que revisar drásticamente mis ideas sobre lo que pasa allá.”

Se nos fue. Como él dijo, admirar a alguien es bueno para el alma. Mi admiración total por Malcolm Deas. Nos hacía repensar. Nos retaba a observar la realidad desde cien mil pies de altura.

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