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Cuarta columna en medio de la pandemia. Insisto, no es fácil escribir, pero sí pensar lo que puede venir. Planteemos, entonces, una visión de las cosas desde el vaso medio vacío y el vaso medio lleno.
El vaso medio vacío no mostrará con claridad el futuro. Solo dejará ver el nivel azaroso, nivel de incertidumbre que lo rige y que nos lleva al sentido de supervivencia. ¿Para dónde va todo esto?, pregunta recurrente. Digamos que eso no está mal y ahí se refleja la condición humana que lleva a hacerse cargo de lo inmediato, a salvar los barcos en los que nos habíamos montado y que, con el coronavirus, quedó demostrado que son naves diseñadas para flotar poquito durante una crisis.
Hoy vemos líderes con actitud de capitán evitando que los barcos hagan aguas y se les debe creer, siempre y cuando lo estén haciendo con sentido de humanidad para dar pie en el corto tiempo a ver las oportunidades que trae consigo el vaso medio lleno.
En esta situación, el vaso medio lleno es un sortilegio de preguntas y respuestas para superar el sombrío panorama de las estadísticas de contagios y muertes.
Una de esas preguntas apunta a entender a quiénes les debemos creer, quiénes son esas personas capaces de orientar la necesidad de cambio social para hacer más llevadero este mundo.
Yo les creería a quienes tienen la claridad suficiente para frenar a los que basan el mundo en acusaciones demagógicas, haciendo la parodia del mesías. A esos, por demás, deberíamos mandarlos al ostracismo.
Les creería a los que entendieron que la máquina se fundió por llevarla a tope y esperaría de ellos propuestas equilibradas con el entorno.
Vale la pena creerles a quienes dejan a un lado la sensación morbosa que trae consigo las ganas narcisistas de poder. Les creería a quienes demuestran su sinceridad con el actuar, los que dicen las cosas como son sin ir más allá, sin polémicas maniqueas ni posiciones nepotistas.
Les creo a esos que evitan los bandazos, que se mueven con margen de maniobra, criterio de datos y ciencia y sin cálculo político. Esos que tienen la capacidad de ir aquí y allá, sin acartonamientos, con la claridad de un deportista enfocado en el triunfo colectivo y no en el individual.
Les creería a quienes promulgan el sentido de libertad responsable, porque lo que vivimos son privilegios marcados por ataduras subrepticias. Alguna vez alguien me dijo: “Lo que hacemos es para tener”. Hoy, siento que será más creíble la palabra de quienes sean capaces de darle un giro a esa afirmación proponiendo, entonces, “hacer para crecer”. Quizás esa sea la mejor forma de entender una nueva concepción de la responsabilidad, que nos lleve a actuar por lo menos con elemental decencia, para crecer como sociedad y prevenir cosas como las que nos tiene parqueados en cuarentena.