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La travesía de salvar un jardín botánico con US$500

Es el poco presupuesto de cada año, que se tiene para mantener vivo el jardín de Caracas. Esta la historia de las maromas que deben realizar.

  • Así luce el herbario del Jardín Botánico de Caracas, con plantas muertas.
    Así luce el herbario del Jardín Botánico de Caracas, con plantas muertas.
  • Las hojas secas, amarillentas y sin cuidado son la constante en el Jardín Botánico.FOTOS Mongabay

    Las hojas secas, amarillentas y sin cuidado son la constante en el Jardín Botánico.

    FOTOS Mongabay

30 de septiembre de 2019
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Sin agua, la vida es imposible: el personal del Jardín Botánico de Caracas ha trabajado contra este decreto natural por más de dos años, mientras el Patrimonio de la Humanidad lucha por mantener viva la valiosa colección de plantas internacionales contra una grave sequía, un fallido suministro de agua y electricidad a la ciudad, y en medio de una de las peores emergencias humanitarias.

El Jardín Botánico es de la Universidad Central de Venezuela y fue declarado Patrimonio de la Humanidad en el 2000. Cuando estaba en su apogeo, conservaba alrededor de 2.500 especies correspondientes a unas 200 familias botánicas, la mitad de las cuales eran endémicas y la otra mitad provenientes de África, India, América y Asia. El Palmeto era famoso por tener una de las colecciones de palmeras más importantes de Latinoamérica, y albergaba alrededor de 4.000 especímenes.

Este hogar del tesoro natural se empobrece, porque muchas plantas exóticas y decenas de especies autóctonas y endémicas, tales como las orquídeas y palmas, están muertas o muriendo por falta de riego. De acuerdo con Reuters, el lago más grande de los jardines, construido con la forma de Venezuela y cubierto por enormes lirios de agua florecidos, estaba lleno hasta la mitad en julio de 2018. Una de las especies más afamadas y preciadas del lago, el gigante lirio de agua Victoria amazónica, de 2,40 metros de ancho, tan grande y vigoroso que puede soportar el peso de un niño, está muerta.

Larga y profunda crisis

El declive del jardín comenzó mucho antes de la actual crisis. La sequía provocada por El Niño en 2010 y la invasión del caracol gigante africano afectaron gravemente este oasis urbano, situado cerca del centro de la ciudad de Caracas y al lado de la autopista Francisco Fajardo. Sin embargo, estos problemas fueron una mera precuela de la actual situación que enfrenta el lugar, de acuerdo con su director Jan Tillett, agrónomo venezolano que ha trabajado en el Jardín durante 16 años.

Fundado en 1945 y abierto al público en 1958, ocupa 70 hectáreas, en las que además alberga la Biblioteca Henri Pittier y sus 6.000 volúmenes, y el Herbario Nacional.

Hoy día, el personal de las tres entidades está hacinado en zonas comunes y las oficinas carecen de servicios básicos. Como la crisis económica se profundizó en 2017, una ola de robos dejó las instalaciones del jardín sin aires acondicionados, bombas de agua, refrigeradores, computadoras y otras herramientas, por lo que la infraestructura quedó en una situación precaria.

Ese año, se ordenó a la Guardia Nacional que retirara la protección al Jardín y a muchos de los barrios de los alrededores de Caracas para enfrentar las grandes protestas de los ciudadanos contra el polémico gobierno de Nicolás Maduro, presidente desde 2013.

Por entonces, los responsables del jardín presentaron 21 denuncias formales a las autoridades y pidieron ayuda, sin resultados. “Robaron todo”, se lamenta Tillett. “Bombas de sentina, cortadoras, mangueras, un generador eléctrico y hasta los techos, pero la policía no hizo nada”. Los robos insignificantes se siguen cometiendo a diario.

Prácticamente no hay dinero disponible para reemplazar las pérdidas. El jardín recibió en 2019 un presupuesto operativo por un total de 3 millones de bolívares, el equivalente a 500 dólares ( $1.723.200 con la tasa de cambio de hoy). Mientras tanto, los trámites burocráticos se han agravado tanto que el tiempo transcurrido entre la aprobación de los permisos de construcción y la ejecución del mantenimiento puede ser tan prolongado que la hiperinflación de Venezuela (1.700.000 % en 2018) puede consumir todo el dinero antes de que alguien levante la mano para realizar una tarea.

“La última vez que hubo agua en las cañerías fue entre el 14 y el 16 de enero de este año”, comenta Tillett.

Ese gran déficit generó una campaña en las redes sociales con el fin de recaudar fondos para pagar 200 cisternas que suministren el agua necesaria para las lagunas con plantas acuáticas y llevar a cabo el riego manual. También se creó un programa de voluntariado, coordinado por el investigador principal del jardín, Yaroslavi Espinoza. Los voluntarios no solo hacen el mantenimiento, traen agua de sus casas para regar plantas.

Herbario plagado

El Herbario Nacional tiene sus propios problemas. La inmensa colección botánica está siendo devorada por las mariquitas. La falta de un sistema de enfriamiento ha puesto en peligro las muestras de 450.000 especies de plantas, tiempo atrás bien protegidas. Como consecuencia, una peste —el escarabajo del tabaco— infesta ahora casi todas las muestras de líquenes, hongos, algas y otras especies vegetales de Venezuela.

El robo de nueve aires acondicionados, deshumedecedores, muebles, estanterías y computadoras obligaron a Neida Avendaño, directora del Herbario desde 2017, a ser creativa. Para proteger las muestras de la infestación, ordenó que cada una se almacenara en una bolsa plástica. Al principio, se agregaron bolas de paradiclorobenceno a cada contenedor, pero más tarde fueron sustituidas por bolas de naftalina, que son más baratas. Lamentablemente para las plantas, el calor tropical y la sequía evaporan las bolas rápido, lo que obliga a Avendaño y a la investigadora Omaira Hokche a verificar y rellenar las bolsas con frecuencia en una tediosa y frustrante rutina diaria.

Infográfico
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