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La lucha por mantener una librería en Venezuela

Lugar Común y El Buscón son dos librerías que se niegan a cerrar sus tiendas, a pesar de que cada vez es más difícil comprar un libro en el país.

  • La librería El Buscón fue fundada en 2003 por tres emprendedores venezolanos. Katyna Henríquez es la librera encargada de este recinto de libros ubicado en Caracas y donde se comercializan ejemplares de segunda mano y literatura venezolana. FOTO cortesía
    La librería El Buscón fue fundada en 2003 por tres emprendedores venezolanos. Katyna Henríquez es la librera encargada de este recinto de libros ubicado en Caracas y donde se comercializan ejemplares de segunda mano y literatura venezolana. FOTO cortesía
01 de septiembre de 2018
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Cuando Katyna Henríquez fundó su librería El Buscón en 2003 no pensó que esa intención de dedicarse a los libros viejos y de segunda mano sería lo que permitiría que esta sobreviviera (con dificultad) a la crisis que enfrenta su país, Venezuela. Ese recinto de libros de segunda mano, bibliografía venezolana y primeras ediciones han permitido a El Buscón “tener algo de suerte en medio de la tragedia que vive el país”.

Nació en 2003 como lo que califica “un proyecto arriesgado que tuvo mucha receptividad”. Está ubicada en el Centro Trasnocho Cultural, en Caracas, en medio de salas de cine, un teatro, una galería, música y un centro de Yoga. Un oasis, “un centro de oxigenación” para los ciudadanos. Con quince años de vida, cuenta que mientras que en otros lugares tener un libro en exhibición representa un esfuerzo económico y logístico por la escasez de los insumos para producirlos, a El Buscón cada día llegan más ejemplares.

No es un motivo para celebrar. Y es que las personas que dejan Venezuela acuden a su tienda para dejar los libros que no pueden cargar durante su travesía a cualquier otro país suramericano en los que buscan una esperanza de vida. “Hay un continuo ofrecimiento de bibliotecas personales. La gente vende sus neveras y cocinas y les quedan las bibliotecas. Muchos nos llaman a ofrecernos sus libros para recibirlos en consignación”. Ese gesto lo interpreta como una forma en que las personas intentan reivindicarse con su patrimonio bibliográfico a la espera de regresar, algún día, a reclamar sus libros.

“Para seguir la única palabra que nos salva es la resistencia”, concluye Katyna, desde su paraíso de libros usados llamado El Buscón.

Resistencia

Garcilaso Pumar tiene una cadena llamada Lugar Común, pero el 30 de julio cerró una de sus sedes. Ahora tiene cuatro: dos en el interior, una en un restaurante en Isla Margarita y la última en Mérida. Esta sufre desgracias porque no hay transporte público o electricidad constante. Su sede en Isla Margarita sigue en pie simplemente porque el restaurante no ha cerrado, mientras que las demás se mantienen “a punta de pulmón”.

A diferencia de El Buscón, Lugar Común comercializa libros nuevos, pero importarlos es insostenible e imprimir nuevas copias es un reto ante la falta de insumos: papel, tinta o equipos. “La librería ya no es un negocio, la mantenemos abierta como un acto de resistencia”, comenta.

El libro más económico de su mercancía cuesta 250 bolívares soberanos, la moneda que llama “el nuevo invento de la dictadura” denominación que el presidente Nicolás Maduro la consideró como un hito en su Plan de Renovación Económica. Calcular cuánto cuesta sostener su negocio “es imposible” porque la inflación es una constante y no hay un ente que vigile al gremio.

Para los dueños de El Buscón y Lugar Común, sus librerías son un acto de resistencia en medio de una Caracas donde el dinero en efectivo para adquirir nuevos ejemplares escasea. Sin embargo, esperan mantener estos negocios mientras sea posible, a la espera de que los venezolanos regresen a reclamar sus libros. En ese momento ya no habrá dictadura.

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