El 1 de octubre de 2016 fue un sábado sombrío para Pedro Sánchez, hasta ese momento el secretario general del Partido Socialista Obrero Español (Psoe), el grupo político activo más antiguo del país. La presión de las distintas corrientes dentro de la bancada era tal que, tras meses de incapacidad de su líder para pactar gobierno con la nueva izquierda de Podemos y Pablo Iglesias, y el peor resultado del partido en los comicios repetidos del 26 de junio, una junta gestora logró prácticamente echarlo por la puerta de atrás.
Visiblemente golpeado, en medio del llanto, Sánchez alcanzó a dar las que se creían sus últimas palabras en el partido: “siempre he creído que el Psoe tenía que dar una alternativa (a Mariano Rajoy y el Partido Popular), desgraciadamente en la pasada legislatura no fue posible. Sigo creyendo que debe ser la militancia quien decida esas cuestiones, tiempo hay”.
En menos de un año, apoyado en un trabajo de cercanía a las bases del partido, Sánchez ha logrado recuperarse hasta retomar su alto cargo ayer, tras ganar las elecciones primarias del Psoe. Con 50 % de los votos, superó con amplio margen a sus rivales, la presidenta de la comunidad autónoma de Andalucía, Susana Díaz (40 %), y el diputado vasco Patxi López (10 %).
“Vamos a construir el nuevo Psoe, el de los afiliados. A partir de mañana tendremos un partido unido y el objetivo es La Moncloa” (sede del gobierno), proclamó Sánchez.