A pesar de vivir en un régimen totalitario, Venezuela es uno de los países de Latinoamérica que más comicios realiza. Este 21 de noviembre los venezolanos volverán a las urnas para elegir gobernadores, alcaldes, diputados y concejales que estarán en los cargos por cuatro años.
La cita tiene tintes únicos y, a la vez, es una historia repetida: por primera vez desde 2015 una parte importante de los partidos que se autodenominan como opositores participarán; a su vez, la Unión Europea estará como veedor, un hito que no sucedió en las legislativas de 2020 y las presidenciales de 2018.
La jornada de este domingo mide la fuerza de cuatro oposiciones distintas, pone a prueba la capacidad de estas de dialogar, pues podrían reconfigurar el liderazgo opositor y calibrarían el panorama para las presidenciales de 2022 y las legislativas de 2024.
Ese horizonte nacional impacta lo que sucede en el exterior: los opositores tradicionales dialogan en México con el régimen, pero si sus partidos no alcanzan puestos importantes en los comicios y las nuevas oposiciones sí lo consiguen, la representatividad de sus delegados en las conversaciones quedaría en duda.
Para el régimen, las elecciones regionales son una puesta en escena con la que Nicolás Maduro intenta enviar el mensaje de que, aparentemente, sí se puede realizar una jornada democrática a pesar de estar arriesgando poco: su asiento en la Presidencia no está en disputa, el poder nacional no cambia y el oficialismo va con ventaja frente a sus contrincantes.
Pero el relato cíclico de la política venezolana se repite: parte de la oposición alega falta de garantías, las condiciones de partidos oficialistas y sus detractores para hacer campaña son divergentes, en la mayoría de escaños de los magistrados del Consejo Nacional Electoral (CNE) hay oficialistas, y la oposición, otra vez, va fracturada a las urnas.
Alacranes y la maquinaria
Hay un cúmulo de partidos y movimientos políticos que se autodenominan como rivales del régimen, pero en esa amalgama hay colectividades con características diferentes.
Está la Mesa de Unidad Democrática (MUD), que aglutina partidos tradicionales que respaldan a Juan Guaidó como “presidente interino”, y se articula también con la Plataforma Unitaria: los que este año intentaron negociar con el régimen en México hasta que este se levantó de la mesa por la extradición de Álex Saab.
La MUD lleva importantes candidaturas por las gobernaciones con Tomás Guanipa en el Municipio Libertador (Caracas), José Manuel Olivares en el estado La Guairá, Luis Florido en Lara, entre otros. Unos 18 estados tienen candidaturas únicas de la MUD, pero no son los únicos aparentes contrincantes del oficialismo.
También está Alianza Democrática, la agrupación de partidos que participaron en las legislativas de 2020, que definieron la Asamblea Nacional actual, un parlamento que sí es reconocido por el régimen de Nicolás Maduro, pero que carece de la anuencia de parte de la comunidad internacional (Colombia, Estados Unidos, la Unión Europea).
Esa Alianza es minoría en el parlamento y quienes la integran son calificados por la oposición tradicional como “alacranes”. José Gregorio Correa, diputado y coordinador de la Alianza, opinó que “quienes nos dicen opositores colaboracionistas son los mismos que hoy están participando y antes decían que no había condiciones. Nuestra mejor condición es salir a votar”. Su agrupación también va unida en el tarjetón.
Fuerza Vecinal es otra de las oposiciones, una colectividad creada este año por dirigentes locales, quienes intentan formar alianzas para ganar alcaldías y gobernaciones. Coordinada por David Uzcátegui, candidato a la Gobernación del estado Miranda; y Gustavo Duque, opcionado para la Alcaldía de Chacao, logró sellar un pacto en el estado Miranda con el candidato de la MUD, Carlos Ocariz, un acuerdo extratemporáneo que no fue avalado por el CNE.
Hay, incluso, partidos oficialistas que se disfrazan de oposición, como los Tupamaros y el Comunista; además está el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), la colectividad de Maduro que pretende mantener el poder local.