Cuando tenía 8 años, Juan Pablo Lemus tuvo un problema en sus cuerdas vocales por un mal procedimiento médico mientras le trataban un dengue hemorrágico, desde entonces su voz es muy suave. “Me costó mucho aceptarme tal cual era, enfrentarme a la sociedad, siempre decía ‘¿qué pensarán de mí? Seguro se burlarán’, pero con el paso del tiempo aprendí a aceptarme y entendí que las dificultades solo están en la cabeza, depende de uno mismo contrarrestar el problema”, cuenta. Es por eso que hoy compite en tenis de campo, practica mountain bike, juega fútbol y acaba de terminar su primer semestre de Arquitectura en la Universidad de San Buenaventura, extensión Armenia.
A pesar de que en el colegio no se sentía capaz de exponer y prefería perder la nota a pararse frente al tablero, hoy es reconocido por sus profesores por su activa participación en clase y receptividad. “Es una persona muy creativa, con mucha capacidad para la arquitectura y la espacialización, pero lo que más resaltaría de él es la actitud”, afirma Andrés Gómez, profesor de Taller de Diseño I.
Los profesores que trabajaron con Juan Pablo este semestre no tuvieron la necesidad de cambiar la disposición de sus clases por su capacidad diferente, pues en la Universidad de San Buenaventura todos son bienvenidos con sus talentos y competencias.
Y es que la inclusión y el desarrollo personal sin importar las diferencias es una premisa de la institución. Como resalta la decana de la Facultad de Artes Integradas, Sandra Elena Carrión, la Universidad desde su propuesta pedagógica hace una apuesta muy importante por acompañar al ser humano en su proceso de formación. “Los estudiantes, primero son ellos con su proceso de vida y luego será el proceso de formación en el oficio”, expresa.
El buen rendimiento de Juan Pablo en la carrera no solo tiene que ver con el talante que desarrolló en su vida, también se debe a la comprensión de sus profesores, que tienen claro que no deben tratarlo diferente a los demás alumnos. Tanto el personal docente como administrativo de la San Buenaventura están convencidos de que cuando hay pasión todo es posible y esto, precisamente, es lo que mueve a sus estudiantes: “Mejorar las condiciones de habitabilidad y cumplir los sueños de las personas a través del diseño es grandioso. Me identifico mucho con la arquitectura porque para mí es vida, es como un nuevo comienzo”, expresa Juan Pablo. Lo anterior, sumado a la buena relación que construyó con sus compañeros, a los que considera una segunda familia, le permitió conseguir con éxito la transición del colegio a la universidad y sobresalir académica y personalmente.
La persona como centro del proceso formativo
La contingencia actual por la pandemia por covid-19 ha sido una oportunidad para reflexionar y reforzar esa búsqueda del equilibrio entre la excelencia académica y personal desde la universidad.
Así como con Juan Pablo, la San Buenaventura tiene claro que en el centro de su propuesta pedagógica está la persona, por eso le apunta al fortalecimiento de todos sus estudiantes desde su bienestar físico, mental, socioeconómico, cultural y profesional.
Particularmente en la Facultad de Artes Integradas, según explica su decana, la cobertura tan diversa que tiene, con estudiantes provenientes de regiones como Putumayo, Chocó, Caribe y Eje Cafetero, representa ahora un nuevo reto de cara a su seguridad y tranquilidad. Por esto, la posibilidad de matricular flexiblemente las materias que quieran realizar y acogerse a las nuevas modalidades de estudio va a permitir que quienes tienen dificultades eviten gastos económicos y riesgos en su movilización o desplazamiento. “Es fundamental privilegiar el proyecto de vida de los muchachos y pensar que lo más importante ahora es que tengan la salud, una actividad tranquila con sus familias y que puedan crecer profesionalmente en ese aspecto humanista”, sostiene Carrión.
Por eso, ahora que se preparan para volver a la presencialidad en el segundo semestre la institución ha creado un protocolo de alternancia y bioseguridad en el que actualmente trabajan la sede de Bogotá y las seccionales de Medellín, Cartagena y Cali para hacer las adecuaciones correspondientes de acuerdo con su contexto y características propias.
¿Cómo funcionará el modelo de alternancia?
En Medellín, y particularmente en el programa de Arquitectura, el modelo se basa en tres estrategias. La primera se centra en la realización de cursos ciento por ciento virtuales, asincrónicos, para que cada estudiante pueda llevarlos a cabo según su disponibilidad de tiempo. Para esto, explica la decana Sandra Carrión que el personal docente tuvo un rápido proceso de adaptación e incorporación de diferentes modelos y herramientas de la tecnología y la comunicación, habilitando para los estudiantes herramientas como la plataforma de educación virtual Moodle, salas virtuales y aplicaciones de mensajería y conectividad.
La segunda alternativa se basa en hacer el 50 % de estudio en aula y 50 % en casa, así los estudiantes pueden ir a la Universidad a cumplir solamente con las asignaturas teórico prácticas, con la posibilidad de no perder esa relación humana tan valiosa. “La discusión, el análisis, la interacción en el campus determina un escenario pedagógico muy particular, especialmente en el campo del arte, la arquitectura y el diseño”, puntualiza la decana.
La última estrategia está diseñada para las materias prácticas como los talleres de diseño, donde la opción es hacer el estudio de forma presencial a un 75 %. Eso quiere decir que los estudiantes van a la institución con todos los protocolos de bioseguridad, manteniendo una ocupación cercana a los 15 alumnos por aula, lo que permite un proceso más personalizado. “Creemos que esta alternativa podría contribuir, paradójicamente, al desempeño del estudiante porque el profesor va a tener un grupo más controlado en cantidad de alumnos y así va a tener mayor dedicación a los proyectos”, explica Carrión. Por lo pronto, no se realizarían salidas de campo mientras no haya una mayor regulación de los diferentes espacios de la ciudad.
De esta forma la San Buenaventura se alista para un nuevo semestre que, aunque atípico, conserva en su propuesta pedagógica a la persona como centro del proceso formativo. La Universidad, entendida como espacio seguro para la diversidad, es sin duda un lugar de desarrollo para todos los sueños y potencialidades.