Ninguna muerte humana debe ser motivo de alegría y celebración, pero cuando quien muere ha hecho derramar tanta sangre y lágrimas, es imposible no sentir un alivio, y esto es lo que sentimos ahora al saber que la Fuerza de Tarea Conjunta de nuestras Fuerzas Armadas dio de baja a "Jojoy" y a muchos guerrilleros más de las Farc.
La operación en la que no murió ningún miembro de nuestra Fuerza Pública ha sido llamada "Sodoma". El Presidente Santos la llamó con ironía "Bienvenida a las Farc". Es de destacar el papel fundamental de la Fuerza Aérea, que seguirá sumando triunfos en el desmantelamiento de las guerrillas.
Además, la muerte de "Jojoy" salva muchas vidas, no porque sea un héroe que se ha inmolado por los demás en un gesto altruista, sino porque con su muerte se acaba una mente macabra que no sentía que debía respetar el bien más preciado de todo ser humano: la vida.
Desde agosto el país esperaba esta noticia. El Presidente Uribe había anunciado un golpe contundente, broche de oro de sus ocho años de trabajo sin descanso. No se dio, entonces, porque nuestra Fuerza Pública respeta el Derecho Internacional Humanitario y "Jojoy", que lo conocía pero no lo cumplía, se refugió en un poblado poniendo a los civiles como escudo.
Para el futuro de las Farc es más significativa la muerte de "Jojoy" que la de "Raúl Reyes" y "Manuel Marulanda", pues el grupo guerrillero ha perdido a su jefe militar, al comandante de un terreno estratégico, el Oriente de Colombia, y al más cruel entre los crueles.
Fue "Jojoy" quien se inventó los cilindros bomba y las llamadas pescas milagrosas. Fue "Jojoy" quien creó los campos de concentración, esas alambradas infames en medio de la selva en donde sobrevivían hacinados los secuestrados. Estos campos, dolorosos en la historia de Colombia, que quedarán como testimonio de lo que jamás debe hacer un combatiente con aquellos a quienes vence.
Con "Jojoy" no había espacio para el diálogo porque odiaba a la clase política, a los militares, a la policía y a quienes clasificaba como oligarcas. Por eso murió como tenía que morir. Para él no había otro futuro. No era simplemente que pensara distinto y tuviera otro modelo de desarrollo, temas sobre los cuales se puede llegar a un acuerdo, sino que buscaba la destrucción total para empezar de nuevo. Y, vaya ironía, la destrucción fue la de él.
Esta muerte debería ser motivo de reflexión para los guerrilleros que le sobreviven. Ellos saben que jamás llegarán al poder por las armas. Que cada vez tienen menos margen de maniobra, que están aislados e incomunicados. Saben también que están infiltrados, lo que los debe tener en un grado sumo de desconfianza, una desconfianza que desmorona. Además, tienen el ejemplo de quienes han entrado al programa presidencial de reinserción social que diseñó el gobierno de Álvaro Uribe y que mantiene el Presidente Juan Manuel Santos.
No hay quien reemplace a "Jojoy", hechura de "Manuel Marulanda", porque él no preparó sus remplazos. Quizás el poder que en algún momento tuvo lo hizo sentir invencible. Pero no fue así ni lo será para nadie dentro de las Farc.
¿Qué estará pensando alias "Alfonso Cano" en estos momentos? Le queda imposible recomponer el frente oriental que comandaba "Jojoy". No tiene sistemas de comunicaciones y debe percibir que la Fuerza Pública le está respirando en el cuello. Su futuro, si no se entrega o plantea un esquema serio de liberación de secuestrados, desmovilización, desarme y diálogo, será la muerte y el entierro, no sólo de él, sino de la guerrilla más antigua del mundo.
Los países vecinos están en el deber de ayudar a controlar sus fronteras para que miembros de los distintos frentes guerrilleros no las crucen y busquen refugio en tierras extranjeras. De poder cruzar, se fortalecerían, pero también serían un peligro para las naciones limítrofes. No sólo por la violencia que ejercen sino por su acción como narcotraficantes.
Con "Sodoma", Colombia está más tranquila, agradecida y orgullosa de sus Fuerzas Armadas.
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