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Un cuento chino: lo que cuenta es el cuento

29 de junio de 2012
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"Sos gruñón, ermitaño, sensible, bueno… y valiente. Y además, tenés esa mirada que me mata". Esa descripción, que hace Mary, la mujer que está enamorada de él, pinta perfectamente a Roberto, el personaje principal de Un cuento chino, interpretado por el gran actor argentino Ricardo Darín (el mismo de El secreto de sus ojos y Carancho) y alrededor del cual gira toda esta historia, que relata con ternura y sensibilidad, un esquema ya conocido en el cine (piensen en Mejor imposible, por ejemplo): el de la persona cuyo mundo, rutinario y perfectamente organizado según sus particulares obsesiones, se altera de repente ante lo inesperado.

En este caso, el "evento" es la aparición en la vida de este ferretero, capaz de contar el número de tornillos dentro de una caja sólo para comprobar que sea el mismo que promete el empaque, es la llegada inesperada de Jun, un pobre muchacho chino perdido en Buenos Aires, a la que ha llegado después de una tragedia personal, en búsqueda de su único pariente, y que se tropieza de pura casualidad (aunque los chinos crean que todo sucede por una razón) con Roberto, que se conmueve con esa soledad y ese desamparo, tan distintos y tan parecidos a los suyos.

Ternura es una palabra poco frecuente a la hora de describir una película, pero es la emoción que impregna cada momento de Un cuento chino. Tierna es la manera en que Sebastián Borensztein decide recrear las historias asombrosas que Roberto recorta, de los rincones de cualquier página del periódico, con unas puestas en escena iluminadas como si fueran ensoñaciones. Tierna es la historia de amor de Roberto con Mary, siempre postergada, por ese miedo al cambio que es su arma contra la injusticia y el sinsentido del mundo. Tierno es el ritmo en el que nos van contando la historia de cómo se resquebraja la coraza de Roberto, donde al final van apareciendo elementos como el talento para el dibujo de Jun, que con su última obra de arte, pintada en una pared, le saca una lágrima o una sonrisa al espectador más indiferente.

Darín es aquí, tal vez por intereses comerciales, el personaje que lleva toda la historia sobre sus hombros, pero gracias a su inmenso talento y a que los demás elementos de la película (la música, por ejemplo, casi siempre ejecutada por una orquesta de cuerdas le aporta mucha emoción a cada momento) funcionan en armonía, Un cuento chino logra superar la simple anécdota y convertirse en una fábula melancólica (o un cuento bien escrito) sobre lo mucho que enriquece nuestra vida, eso que no esperamos y que pareciera que esperaba por nosotros.

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