El comandante de la Policía Metropolitana no entrega una recompensa sin antes hacerle una "indagatoria" complementaria al informante: "¿Usted ya tiene lavadora? ¿Estufa? ¿Nevera?"
"No se vaya para la cantina ni se la gaste en ropa", aconseja el general Yesid Vásquez. "Esta puede ser la cuota inicial de un apartamentico", sugiere. "Tampoco haga una fiesta", advierte antes de que regrese al barrio a cerrar la cuadra, matar marrano e iniciar la parranda.
Los 'lunes de recompensa' acuden al comando de la Policía Metropolitana personajes de todo tipo vestidos para la transacción. Los principiantes miran de un lado a otro con sus gafas oscuras, pantalones anchos y chaquetas con capucha.
Prefieren el cubículo de madera con pinta de confesionario y guantes blancos para que no les reconozcan ni las uñas. Luego de estirar la mano y recibir los fajos de billetes los esconden entre pares de medias de futbolista y rellenan los tenis de rapero que llegaron arrastrando.
Los informantes veteranos, que pueden ganar entre uno y tres millones de pesos al mes, reclaman el dinero de frente, lo guardan en la tula, la riñonera o en el bolsillo, y hasta le cuentan al comandante cuáles deudas le quedan por saldar, cómo sigue el carro y en qué va la remodelación de la casa.
Incluso llegan madres aún con remordimiento en la mirada por haber entregado a un hijo pero con la certeza de que podrán visitarlos en la cárcel y no en el cementerio.
Para el subintendente Otálora, jefe de Gastos Reservados de la Policía Judicial, delatar es casi una tradición en Medellín. Son muchas las personas que sobreviven de soplar pistas y atar cabos sueltos. "Hay traficantes de información que van a la Fiscalía, al Ejército, a la Policía y se recorren todas las instituciones a ver cuál da más por lo que sabe", comenta el jefe de la Sijín, coronel Miguel Ángel Botía.
"De los homicidios que se esclarecen en el Área Metropolitana, el 80 por ciento se logran gracias a estas fuentes", dice Botía, aunque reconoce que no a todos se les puede creer. "En un mes hay alrededor de 70 llamadas, de las cuales solo 15 son ciertas", a veces los mismos delincuentes dan falsos avisos para desviar la atención de la autoridad en esos puntos de la ciudad que necesitan despejados para realizar alguna fechoría.
La Ley 1097 de 2006 regula esos gastos reservados, que son aquellos que se otorgan a los organismos del Estado para la realización de actividades de inteligencia, contrainteligencia, investigación criminal y protección de testigos e informantes.
La Sijín tiene un presupuesto mensual de 40 millones de pesos que se invierten en cuatro rubros. Recompensas para los que entreguen datos para la captura o abatimiento en combate de los cabecillas más buscados; gastos de operación que la Policía requiere para encubrirse y ejecutar sus planes; en el sostenimiento de la red de informantes y en el pago de información que sirva para labores de inteligencia.
En lo corrido de 2011, la Policía entregó 280 millones de pesos a informantes que ayudaron a las autoridades en los rubros antes mencionados.
El protocolo
El Ministerio de Defensa actualizó el pasado 5 de julio la directiva ministerial N° 21 en la que subió los precios por la información sobre material de guerra, intendencia, comunicaciones y actividades relacionadas con el narcotráfico.
"¿Cuánto me paga por lo que sé?", preguntan telefónicamente. "A cuánto aspira usted", le responden. Con base en el 'catálogo del hasta' comienza el 'tire y afloje' entre las autoridades y las fuentes para que no haya falsas expectativas entre las partes y ninguna se sienta 'tumbada'.
Hasta 150 mil pesos por un kilo de marihuana, hasta 50 mil por un cilindro de gas armado con explosivos, hasta 10 millones por una moto, hasta 50 mil por una mula, hasta 10 millones por un laboratorio para el procesamiento de heroína, hasta 460 pesos por un litro de thinner. "Hasta pronto", se despide el coronel de los que piden más.
"No cumple con el perfil", les dice cuando reclaman más dinero por un criminal que no está en el organigrama de los más codiciados por la justicia. "Esto no es un capricho, los valores ya están estipulados en la tabla".
Así mismo, han hecho desembolsos para recompensas en efectivo o en especie que superaban la ambición del informante. Un funcionario de la Policía Metropolitana recuerda la vez en que un padre de familia bajó de una montaña a revelar cuatro datos. Dijo un qué, un cuándo, un dónde y unos quiénes.
"Al menos unos 20 milloncitos", respondió cuando indagaron por sus pretensiones. Antes de emprender las labores de inteligencia le advirtieron que, dependiendo de la veracidad de la información y de los resultados, la cuantía podría ser mayor o menor.
No fue cualquier hallazgo ni eran unos cualquiera. No se trataban de kilos sino de toneladas de droga y el arsenal alcanzaba no solo para el combo sino para una tropa. Luego de ojear los nombres reales de los vecinos que siempre conoció por sus alias y el acta de incautación de varias páginas, leyó la cifra de la recompensa que parecía el acumulado de una lotería.
"¿Y yo qué voy a hacer con todo eso?", exclamó asustado cuando supo que regresaría a su rancho con piso de tierra, paredes de madera y techo de lata con más de 300 millones de pesos.
Otra suerte
A don Raúl* se le arrugó la frente antes de cobrar la recompensa cuando recordó esa sensación tan incómoda que alguna vez sintió en la sala de espera de un motel.
"Que no me encuentre a alguien", imploró rodeado de personas mientras removía su cutícula en aquel salón de la Policía. "Que nadie me reconozca", pensó con los párpados caídos para tapar esa culpa mezclada con miedo que se fundía en su mirada luego de haber confesado pecados ajenos a cambio de dinero.
Por más carita de 'yo no fui' y talante de 'don nadie', perdió la virtud del anonimato y quedó al descubierto en ese cuartito donde los concentraron a todos. Tanto los de atrás, como los de adelante y las del lado, eran informantes.
Aunque su aspiración nunca fue ser periodista ni detective, se volvió cómplice de una libretita de bolsillo y de un lápiz para narrar cada detalle de las escenas del crimen protagonizadas en su barrio.
"Esto es como un don que Dios le da a uno -dice don Gustavo- siempre paso desapercibido". Tomando tinto en la tienda, hablando solo en el teléfono público y parando oreja en la acera.
"Esta es la partitura del concierto", le dijo al agente vestido de civil a quien le entregó una copia del manuscrito de 36 páginas que bien parece un libreto de suspenso costumbrista.
"(...) En estos días y noches hubieron (sic) grandes despelotes, se pusieron el barrio de ruana donde atropellaron a toda la comunidad", apunta un fragmento de la página 7 de la bitácora.
"Lo que se aprecia en todo es que son sujetos que matan por placer y les encanta atemorizar por cualquier cosa que nadie debe", advierte en la 25.
"Este sujeto disparó una sola vez al aire y no se disparó el arma, luego se la colocó a ella en la cara disparándole donde desafortunadamente le quitó la vida a esta joven dándole en el pómulo izquierdo", dice en la siguiente.
Más adelante, además de apuntar los nombres, apellidos y los alias de cada integrante de la banda, cuenta con detalle la fecha y la hora en que llevaron a cabo sus despropósitos.
"Estos mismos sujetos abordaron a un carro de helados al día siguiente del robo de la cerveza (...), le robaron la plata a las malas como lo hacen con todas las víctimas".
"Lo cierto del caso es que está muy grave la situación para todos en general, con esta pandilla que está creciendo cada día más y más". También da pistas de cómo encontrarlos: "cuando están parchados en la carrera pequeña (...) donde juegan fútbol al sentir la presencia de la policía todos corren hacia el hueco por unos callejones para bordiar todos los ranchos".
En la penúltima hoja los describe: "son altos, delgados, de físico aterrador (...), utilizan bufandas y cachuchas o sombreros de color negro con el fin de atemorizar más". Y remata, "con este informe la comunidad sufrida y aguantadora espera contribuir en algo a las autoridades".
Con la recompensa, don Raúl esperaba pagar el arriendo y los servicios al menos por un año, sin embargo sus palabras no dieron para tanto. Lo había advertido él mismo en la página 7, "a estos sujetos no les falta la requisa, ellos son muy de buenas porque siempre los acompaña la suerte ya que nunca les cogen nada, ni delito alguno para detenerlos".
Según le explicó el agente que llevó el caso a don Raúl, no encontraron la tal casa sino un cajoncito de vicio, de la supuesta caleta con armamento solo hallaron municiones y los que para él eran 'los duros' resultaron ser unos 'pelagatos'.
Aunque la recompensa fue de bolsillo y solo le alcanzó para comprarse su loción favorita, a don Raúl le quedó el consuelo de que ese escrito que guardó de recuerdo es una factura repleta de letras de cuánto lo indigna el silencio de todos.
*Nombre cambiado por petición de la fuente.
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