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Se alebresta el cotarro político

17 de enero de 2009
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El año que recién comienza se irá calentando, no a causa del cambio climático tan incierto por estos tiempos, sino por la actividad política que se dinamiza a medida que se va acercando la fecha para una nueva contienda electoral, en un país que, a pesar de denigrar permanentemente de ellas, las vive con intensidad.

Cabría esperar importantes cambios en cuanto a la composición del próximo Parlamento, dado, no sólo el desprestigio y señalamiento de muchos de sus actuales miembros por sus vinculaciones o pactos con grupos al margen de la ley o por otras prácticas y actuaciones reprochables que llevaron a considerar ilegítima y procedente la revocatoria de esa elección, sino también por la falta de liderazgo y decisión de quienes tenían la autoridad moral para rescatar la dignidad y majestad de la institución.

En las próximas elecciones, el pueblo tendrá una nueva oportunidad para darse un Congreso digno, ojalá que para esa fecha no sufra de la acostumbrada amnesia, para que prescinda de apoyar con su voto a quienes no estuvieron a la altura de las circunstancias o en cuyas vidas subsista aun un manto de duda.

En cuanto a la Presidencia de la República, el dilema continúa y cada día que pasa se hace más confuso por falta de decisión del actual Presidente que, mediante una estrategia bien calculada, mantiene en ascuas al país sobre sus verdaderas intenciones reeleccionistas, mientras quienes pretenden sucederlo, en su mayoría de la misma coalición de gobierno, se deshacen en conjeturas para adivinar el futuro.

Lo cierto es que en los próximos meses, altos funcionarios del actual gobierno, con el fin de no inhabilitarse, deberán renunciar a sus cargos y mostrar sus aspiraciones en un momento en el cual su líder natural juega con el tiempo a la espera de la suerte que pueda correr el referendo reeleccionista que se debate en el Congreso.

En el eventual caso de que el presidente Uribe diera un paso al costado y permitiera refrescar la democracia, habría que esperar su guiño sobre quién debería sucederlo para la continuidad de la seguridad democrática, la que, a pesar de sus resultados satisfactorios, requiere de una reingeniería que subsane los desvíos de poder en los que han incursionado algunos miembros de la fuerza pública y que molestos dolores de cabeza le traerán a la nación cuando los organismos internacionales se pronuncien sobre las violaciones de los derechos humanos y del DIH.

El guiño a lo mejor no se dará durante el presente año, ungirá a quien sepa resistir la incertidumbre, quien conserve la lealtad incondicional con el alto gobierno y quien sea capaz de mantener dentro del redil a la actual coalición uribista. No sería osado ni nos sorprendería que el presidente Uribe no diera su beneplácito a uno de sus más caracterizados partidarios, sino a uno de los precandidatos de la coalición perteneciente al partido conservador, para que, mediante la figura de la alternación, logre mantener la unidad entre sus socios, consolidando su propuesta política que le permita en poco tiempo constituirse nuevamente en opción de poder.

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