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SANTOS II

  • SANTOS II
16 de junio de 2014
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Dime con quién andas y te diré quién eres. Y eso es lo que tiene que demostrar el reelecto presidente Juan Manuel Santos en estos cuatro años, quién es.

Y tiene que ser un conciliador. Santos ganó la primera presidencia con los votos heredados del expresidente Álvaro Uribe, y ahora se hizo reelegir con los votos en contra del mismo Uribe.

Y en ese camino, el presidente y el expresidente generaron tanta polarización y división, que se lastimó el desarrollo democrático e incluso la credibilidad del sistema de elección.

Ganar la carrera 50 contra 45 puntos porcentuales, es derrotar por una nariz y demostrar que el país está partido en dos. Sin duda.

La conclusión que queda de estas elecciones es que, antes de hacer la paz con la guerrilla, el presidente Santos tiene que hacer la paz con ese 45 por ciento del país. Y para eso tiene que liderar un proceso de reconciliación y reparación de las divisiones causadas con el fin de buscar el fortalecimiento de la institucionalidad.

Irrebatible.

Es claro que las elecciones fueron un referendo simbólico a los diálogos que se están llevando a cabo con las Farc y el ELN. El resultado demostró que somos más los que preferimos la paz, así sea imperfecta, a los que prefieren una guerra perfecta.

Pero también es claro que un poquito menos de la otra mitad del país se siente agredido y robado con el resultado de las elecciones. Poco legítimo sería un eventual acuerdo con la guerrilla que no tenga en cuenta las preocupaciones de esa parte de la sociedad.

El camino: una real unidad, y no simplemente una palabra en el titulo de la coalición. De nada sirve la Unidad Nacional si se ignora la mitad de la Nación. Pero eso no es sólo un trabajo del Presidente. Es también un trabajo de la oposición, que debe ser madura, responsable y respetuosa.

Incluso Óscar Iván Zuluaga se debería integrar al gobierno para que critique constructivamente desde adentro y no destructivamente desde el desconocimiento. Bien hizo al reconocer la derrota y felicitar a su contendor, y mal hizo su jefe al cuestionar la limpieza y legitimidad de las elecciones sin entregar pruebas de ninguna de sus incendiarias acusaciones.

Uribe dijo que Santos impulsó la mayor corrupción de la historia en estas elecciones, caracterizadas, entre otras, por amenazas de masacres e intimidación por parte de grupos terroristas a los electores de Zuluaga, entrega de sumas de dineros a parlamentarios para compra de votos, y oferta de capitales del Gobierno a alcaldes y gobernadores para forzarlos a intervenir ilegalmente en la campaña del presidente candidato.

La irresponsabilidad del expresidente Uribe al hacer estas acusaciones sin presentar ninguna evidencia es nociva para la institucionalidad y estabilidad del país.

Y eso es algo que tiene que cambiar en su estilo de hacer política, ahora como senador electo, ya que, se demostró en los resultados de las elecciones, los colombianos están cansados de esas palabras agresivas y fanáticas que no están acompañadas de evidencia alguna.

Lo que este proceso demostró es que lo que el expresidente Uribe perdió en realidad no fueron las elecciones, sino su credibilidad.

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