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Santa Fe de Antioquia vuelve al blanco colonial

08 de abril de 2009
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La víspera del Domingo de Ramos, el parque principal de Santa Fe de Antioquia dejó de estar pintado de más de 45 colores. Ya sólo hay dos: el blanco de la iglesia y de los establecimientos particulares, y el ocre de la Alcaldía.

Y todo porque en ese afán de recuperar la identidad del municipio colonial, los comerciantes atendieron el clamor de muchas personas que estaban preocupadas por el deterioro arquitectónico de la ciudad.

Desde este periódico se lanzó el S.O.S., en editoriales e informes que señalaban el problema.

Arquitectos de la Universidad Santo Tomás, unidos en el Grupo de Apoyo al Patrimonio Arquitectónico, y liderados por Beatriz Jaramillo y Jorge Humberto Cano, explicaron a los comerciantes, a principios de marzo, en la sede de Comfenalco de Santa Fe, cuáles son los colores coloniales -blanco, verde, rojo y algunos tierra- y los convencieron de que la recuperación de la identidad colonial atrae más turistas y mejora el comercio.

Ellos, muy receptivos, dijeron que estaban cansados de las críticas y que más bien dijeran "qué había que hacer". Y de su propia plata compraron la cal o la pintura para las fachadas de sus negocios. Hasta Edwin Garro, dueño de un asadero de pollos, quien tenía su fachada pintada con colores amarillo y rojo, los cuales identifican la cadena de negocios de la que hace parte, ya cambió por el blanco.

Juan Ramón Villa Gómez, arquitecto y con lazos filiales en esa comunidad, no se quedó en palabras: consiguió con Pintuco muchas canecas de pintura de los colores coloniales, para paredes, puertas y ventanas, lo mismo que gorras con visera para los pintores. Y con ese material y esa indumentaria fue que se laboró el sábado.

Su idea es fortalecer también las costumbres y la gastronomía. "¿Usted conoce la concha de toronja, por ejemplo?", pregunta.

Está contento porque en La Calle del Medio, entre las Iglesias de Jesús y Chiquinquirá, será peatonal.

Ya no hay reacios
Y a los negociantes que la víspera de Domingo de Ramos todavía no habían pintado de blanco sus fachadas, como Miguel Polo, el monteriano que administra la panadería Santa Clara, les dieron la pintura.

Muchachos del colegio San Luis Gonzaga pintaron, a cambio de que les apuntaran algunas horas de alfabetización. Y les fue bien porque, además de ello, Osman Mora, el director de Comfenalco en la Ciudad Madre, autorizó que les otorgaron un día de recreación en el club.

"Yo tengo experiencia en pintar", aseguró José Luis Mendoza, quien en ese momento cubría con pintura verde una de las puertas de la Santa Clara. "Y yo también", intervino Jair Fernando Villa, ocupado en terminar de tapar, con una segunda mano, el amarillo de la pared del mismo local. El primero explicó que su experiencia se debe a que acompañó tantas veces a su papá en la guardería Luchín, donde era vigilante, cuando le encargaban pintarla, que terminó por aprender. El otro, al que siempre que pintan en la casa, le ha tocado hacerlo a él, bajo los ojos exigentes de su mamá, que no perdona parche. "¡Se vuelve experto cualquiera!"

Otro de quienes no querían pintar de blanco era Rodrigo Macías, el de la Miscelánea Central. Este hombre, cuyo Bloody Mary es celebrado en la región, es dueño de un negocio de esquina en el que vende telas, artículos de hogar y comestibles. Hasta hace unos 30 años era una droguería que él heredó de su padre, quien la compró a un médico conocido en tiempos viejos como el doctor Isaza. En ella aprendió a preparar, con morteros y espátulas, recetas a base de tintura de ruibarbo para purificar la sangre, cápsulas de sulfato de quinina para los calambres y mil más.

"Yo conozco el decreto que elevó a Santa Fe a Monumento Nacional -sostuvo el comerciante, acodado en el mostrador antiguo-. Conozco también los colores coloniales: blanco, café, dos verdes, rojo... Y como soy de aquí... bueno, de Medellín, pero adoptado en Santa Fe desde hace tantos años, me gusta conservar las cosas bien. He tenido esta esquina pintada de blanco con puertas cafés. Ahora es verde..."

Sin embargo, tras obtener de uno de los integrantes del Grupo de Apoyo al Patrimonio, la certeza de que podría pintar el zócalo verde, más encubridor, aceptó poner blanca la fachada y recibió la pintura.

Lo que pasaba era que él no quería que le sucediera lo mismo que a su vecina, Carleya Saldarriaga, de Variedades La Ceiba, quien "pintó ayer de blanco de arriba abajo, como le habían indicado, y ya hoy tiene sucia la parte de abajo".

Lo que no aceptó Rodrigo Macías fue el ofrecimiento de los chicos del San Luis Gonzaga de pintarle su esquina, porque él tiene pintores de confianza.

Es raro encontrar una persona que esté en desacuerdo con esta iniciativa. A pesar de que la campaña apenas ha involucrado las fachadas del Parque, la idea se riega: algunas casas de otras cuadras están siendo encaladas. Los administradores del Hotel Mariscal Robledo anunciaron que lo harán en breve.

Parece, pues, que la idea de recuperar la identidad se extiende como una ola y no tiene reversa.

Santa Fe de Antioquia vuelve a ser un pueblo blanco. ¿Ya lo fue a visitar?

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