La revaluación del peso equivale al fortalecimiento de nuestra moneda. Es decir, con la revaluación del peso las monedas extranjeras se vuelven más baratas y, por supuesto, el dólar cae de precio. Eso, que parecería tan bueno, ¿por qué preocupa tanto? Porque se afectan muchos sectores económicos y se ponen en riesgo muchos puestos de trabajo.
Con la revaluación se afectan aquellos sectores que los economistas llamamos transables. Son aquellos sectores de bienes o servicios que se pueden transar o negociar con el resto del mundo. Como se pueden vender o comprar en otros países, sus precios dependen de las monedas extranjeras, generalmente del dólar. Por ende, si cae el precio del dólar, por cada bien o servicio transable vendido se reciben menos pesos.
Se afectan entonces todos los bienes que exporta la economía colombiana: café, flores, banano, azúcar, aceite, plátano, piscicultura, camarón, frutas, hortalizas, lácteos, carne, chocolatería, galletería, confección, automóviles, químicos, etc.
Sufren también los servicios que presta la economía colombiana al resto del mundo: turismo convencional (equivale a exportar servicios de descanso y entretenimiento), turismo empresarial (por ejemplo los congresos internacionales), turismo de salud (equivale a exportar cirugías) y la tercerización de procesos de empresas extranjeras (de contabilidad, de diseño, de ingeniería, de programación, de llamadas, etc.).
Se afectan, adicionalmente, todos los bienes y servicios que compiten con importaciones. Nadie va a pagar por algo en Colombia una cifra superior a lo que cuesta traerlo del resto del mundo. Es decir, si cae el precio del dólar es más barato importar y, por lo tanto, los productores nacionales están obligados a bajar sus precios. Si eso llega a un extremo los productores nacionales terminan saliendo del mercado. Así se ponen en riesgo sectores como textiles, confecciones básicas, marroquinería, calzado, metalurgia, cerámica, madera, algodón, cereales, etc.
Ahora bien, durante un proceso de revaluación de la moneda no sólo se deprimen los precios de los sectores transables. Generalmente estos procesos vienen acompañados de incrementos o inflación en el precio de los sectores no transables. Los sectores no transables son aquellos que no cruzan fronteras como, por ejemplo, mano de obra, propiedad raíz, construcción y servicios públicos, entre otros.
Si un productor de algún sector transable (un bananero por ejemplo) no sólo enfrenta una caída en el ingreso que recibe por su producto sino que, adicionalmente, enfrenta un encarecimiento en los costos de mano de obra, servicios públicos y arrendamiento, la situación se le complica bastante. Mejor dicho, con una revaluación los sectores transables pierden y se lesionan por lado y lado. Paradójicamente, la revaluación de la moneda es normal en una economía que, como la colombiana, se hace más productiva, consume más, invierte más, prospera y aumenta su capacidad de generar riqueza. Más aún, la revaluación debe ser contrarrestada por la mayor productividad de las empresas en los sectores transables. Pero resulta que los incrementos en productividad son procesos graduales; no se dan de un día para otro. Entre tanto, una revaluación anómala y profunda puede acabar con la economía.
Mientras se van dando los incrementos en productividad, las autoridades económicas deben tomar medidas que atenúen la revaluación: mayor disciplina fiscal, control de capitales especulativos, fondos de estabilización, mayor acumulación de reservas internacionales, etc. Pero ninguna funcionará si el Emisor comienza a aumentar la tasa de interés argumentando un recalentamiento de la economía. Subir la tasa sería un error porque acentuaría la revaluación y ahogaría el crecimiento. Y ni hay riesgo de recalentamiento -pues la inflación está controlada- y son millones los puestos de trabajo que sí están en riesgo.
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