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Pilar es hoy la voz de José Saramago

Pilar del Río estuvo casada con el Nobel luso. Además de su traductora, hoy preside la Fundación José Saramago.

  • Pilar es hoy la voz de José Saramago | “No podría concebir nada si Pilar no estuviera”, dijo alguna vez sobre ella don José. Su cuenta en Twitter es @delRioPilar. Vale la pena seguirla. FOTO REUTERS
    Pilar es hoy la voz de José Saramago | “No podría concebir nada si Pilar no estuviera”, dijo alguna vez sobre ella don José. Su cuenta en Twitter es @delRioPilar. Vale la pena seguirla. FOTO REUTERS
22 de septiembre de 2012
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Decir que estuvo a la sombra de José Saramago es mentir descaradamente. Incluso, pecando de fantasioso, diría que don José, ese comunista hormonal, preferiría perder su sombra antes que perderla a ella. Hoy, como presidenta de la Fundación José Saramago, mantiene presente el legado del Nobel.

¿Qué tan vivo siente el pensamiento y la obra de José Saramago?
“Veo todos los días a lectores de Saramago con libros en las manos. Que el autor haya muerto no significa que de pronto todo deje de tener valor. La capacidad literaria de José Saramago , su forma de escribir y de respetar al lector se mantiene intacta. O no: tal vez el paso del tiempo nos haga ver a nosotros, los que quedamos, el peso abrumador y liberador de una obra que dignifica a quien la realizó y a quienes la leemos. A nadie nos deja indiferentes porque toca cuestiones fundamentales. Y con qué belleza escribe…”

¿Cómo va el proyecto de 90 años, 90 palabras?
“Quisimos ofrecer al escritor José Saramago en su 90 cumpleaños un ramo no de flores, que se marchitan, sino de palabras. Lanzamos la idea en la red y recibimos muchas: se publicarán en la página de la Fundación 90, una cada día hasta el 16 de noviembre, y luego, ya en papel, haremos un librito que será nuestro regalo. Le ofrecemos palabras al autor que nos dejó tantas. Palabras que nos hicieron pensar y sentir”.

Fue usted la que le dio alas al blog de Saramago y es muy activa en Twitter, ¿qué ventajas les encuentra a los 140 caracteres de cara a la literatura?
“Cada uno se expresa como puede. Quien tiene una columna o un blog en un medio internacional, estupendo. La mayor parte de las personas tenemos necesidad de compartir y la red nos ha abierto posibilidades. Me parece un avance en la posibilidad de comunicación de los seres humanos. Y los 140 caracteres se sortean con habilidad cuando se tiene un poco de práctica. Twitter no tiene nada que ver con la literatura, salvo que nos recomendemos libros”.

¿Cómo fue el proceso de traducción de Claraboya? ¿Fue como sentirse cerca de José Saramago de nuevo?
“Creo que todos los traductores de José Saramago -o de otros autores que generen la misma empatía- nos sentimos especialmente felices por tener un libro más cuando pensábamos que todo había acabado. Me siento en el grupo privilegiado de quien maneja la obra y la trabaja. Y sí, una emoción muy fuerte oír a un José Saramago desconocido hablando al cabo de los años de asuntos que ya habíamos tratado en otros libros, y que en este, en Claraboya, están vistos con más escepticismo del que tenía al final de su vida. Quizá por aquello que decía de “cuando más viejo más sabio, y cuando más sabio más radical”. Y más comprensivo, añadía, porque al fin y al cabo todos somos unos pobres diablos”.

¿Quedó algún texto en el escritorio de Saramago que no conoceremos sus lectores?
“Quedó un texto sin acabar que los lectores conocerán un día, cuando así lo decidan quienes velan por la obra, sus editores, su agente, sus herederos. Cuando sea el momento apropiado, cuando se entienda como un hecho moral y no como una campaña comercial”.

Siendo traductora de las obras de Saramago, ¿no se siente un poco dueña de cada una de esas palabras?
“Los traductores no somos dueños de las obras que traducimos, ni siquiera del idioma al que traducimos, simplemente queremos ser fieles a la obra y ser fieles a nuestro idioma. Y a las músicas que obra e idioma generan… los traductores tenemos problemas de fidelidades, pero tratamos de resolverlas con honestidad. Y con la complicidad de quienes saben más que nosotros, es decir, consultando diccionarios y especialistas. En absoluto podemos manejar la obra del autor, nos retirarían la confianza los lectores y los editores. Y no nos mereceríamos a nosotros mismos”.

Alguna vez dijo que no se imaginaba su mundo familiar sin José Saramago, ahora que él no está ¿qué tal es su vida?
“¿Dije eso? Pero si siempre presumo de no hablar de mis sentimientos… Trabajo en la Fundación José Saramago, su mundo de valores es lo que nos sostiene a quienes estamos en este proyecto, en Lisboa, en La Casa dos Bicos, o en Lanzarote. El ser humano no está cuando vuelvo a casa, pero ese ya es mi problema personal”.

¿Cuál fue la obra más compleja de traducir?
“Porque perdí un archivo con media novela dentro Todos los nombres. Fue una depresión… porque tuve que emplear el doble de tiempo, pero al final también un placer, porque estuve más tiempo enredada. También magnífico traducir la novela que José Saramago le ganó a la muerte, y que está escrita con tanta ligereza y humor: El viaje del elefante”.

Usted nos dio a los hispanoparlantes las letras de Saramago ¿nos regalará las suyas en alguna ocasión?
“No. Con un escritor en casa, y siendo este escritor, ya es más que suficiente ¿verdad? Mejor leer a José Saramago que cualquier divagación que pudiera ocurrírsele a la escribidora que soy. Espero tener siempre el mismo grado de lucidez que ahora. Y si no, me lo recuerda, por favor”.

¿Cuál es su novela preferida de Saramago?
“Depende del día. Hoy, porque la tengo delante, Las intermitencias de la muerte, de la que acabo de hablar para un congreso en Lituania y al releerla descubro nuevos perfiles. Se oye música de esa novela”.

De esas tantas dedicatorias que incluía Saramago para usted en los libros ¿cuál la emocionó más?
“Intento pasar por ellas silbando, como si no fuera conmigo, porque son demasiado hermosas: imagine que alguien dice “A tal, mi casa”. O “A tal, como si dijera agua”. O “A tal, que no dejó que muriera”… O “A tal, que todavía no había nacido y tanto tardó en llegar”. O sea, digo esto y silbo y paso a la siguiente cosa, sin más”.

Entiendo que fue con Memorial del convento que se metió de lleno en el mundo Saramago. ¿La atrapó Blimunda? ¿Qué personaje de la obra de Saramago le gustaría haber sido?
“Nadie quiere ser un personaje, queremos ser nosotros, con todos nuestros defectos y posibilidades, pero todos me gustan y mucho. Me atrae especialmente Lidia, la camarera de hotel que siendo casi analfabeta sabe más que el gran poeta Ricardo Reis/Fernando Pessoa… Los personajes mujer en la obra de Saramago son sueños humanos, podrían ser hombres si los hombres son generosos con quien no ve y para no molestar al poeta asumen, como Lidia, la dureza de la vida y el embarazo escandaloso. Si son capaces de ver sin juzgar, como la mujer del médico de Ensayo, de amar sin convencionalismo, como María Sara, de decir “entra”, como dijo Blimunda, de amar como Magdalena, que dijo “Miraré tu sombra si no puedo mirarte a ti”, entonces también podrían ser hombres los personajes fantásticos de José Saramago . Tal vez estén por ahí… Quién sabe”.

¿En qué anda la Fundación José Saramago?
“Somos muy ambiciosos y llevamos entre manos varios proyectos de divulgación cultural. Hacemos proyecciones de cine, propiciamos teatro, conciertos... Y sobre todo estamos empeñados en debatir ideas, en ofrecer la Fundación como lugar de reflexión. Nuestro empeño está en los Deberes Humanos, que son imprescindibles para el desarrollo de los Derechos Humanos”.

¿Miran hacia Colombia?
“Aunque suene presuntuoso, y pido perdón, pero en la Fundación se trabaja para todo el mundo: las ideas se lanzan y que cada uno se las apropie como pueda. Todos tenemos deberes. Decidimos elaborar esa Carta, pero nadie está exento de responsabilidades. Nuestro sueño es que ciudadanos y gobiernos trabajemos cada día como si todo dependiera de nosotros. Es decir, en el fondo hablamos de democracia ¿no?”.

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