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NOVELIZANDO EL PARAMILITARISMO

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25 de marzo de 2013
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La historia de las novelas que venden en la televisión es el reflejo del desarrollo del morbo de la sociedad nacional.

En un principio eran las historias de pasión entre un hombre y una mujer de diferentes clases sociales; después fueron las producciones sobre la deconstrucción de los matrimonios con el fin de la búsqueda del verdadero amor, y posteriormente pasaron a ser la historia del sexo prohibido.

Ahora son una mezcla de todo esto con el explosivo elemento que trajo el narcotráfico en la manera de entender las relaciones y el poder.

Un producto comercial ideal: sexo, drogas y rock and roll.

Esto explica el éxito de las primeras producciones de este género que eran meramente ficción como Sin tetas no hay paraíso, Las muñecas de la mafia y El capo. Pero consecutivamente la ficción no fue suficiente para vender, lo que llevó a telenovelizar las actividades del grupo del Norte del Valle en El cartel de los sapos, y Escobar: El patrón del mal, para reflejar la vida del narcotraficante y de los políticos de la época.

Esa misma hambre del rating llevó ahora a mostrar la siniestra vida de los hermanos Castaño y el papel del paramilitarismo en el campo y la política colombiana. Un capítulo oscuro de Colombia que aún no ha terminado de cicatrizar.

Cuando uno escribe una parte de la historia del país y la retrata en una telenovela, no importa qué tan alta va a ser la calidad de la producción o el talento actoral, el manejo de la historia va a ser exagerado, burdo e irresponsable.

Sin duda.

Por una simple razón: los productores de una telenovela no están interesados en documentar sino en vender. No se trata de crear conciencia o enseñar y no tienen por qué hacerlo tampoco. Su método es narrar como se pueda comercializar y no necesariamente como pasó.

Pero los televidentes sí tienen el deber de, si deciden ver la serie y no cambiar el canal, entender que esa no es la historia, sino una fábula dramatizada.

Que RCN haya apostado por esta superproducción se justifica en el conocimiento de las tendencias de lo que vende y en el morbo social. Pero eso habla peor de los televidentes que de la productora.

El paramilitarismo es una parte repugnante de la historia nacional y un flagelo que todavía sufrimos. Hacer una telenovela de esto, es como que Alemania hiciera una del nazismo, y en el camino humanizaran a Hitler con el fin de aumentar el rating.

Ruin.

No hay que permitir que las novelas reemplacen los libros de historia. Aunque somos un país que no lee pero que sí es esclavo de la televisión y las fábulas, las telenovelas no pueden ser la posibilidad de conocer nuestro pasado. Eso habla mal de nuestra educación.

La historia de la maldad de este país no puede ser asimilada en la franja del entretenimiento. Las consecuencias de las drogas, la guerrilla, el narcotráfico y el paramilitarismo en Colombia no son para entretenernos. Es para aprender de la historia y no volver a repetirla.

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