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Nooteboom, el ser del nómada

Una conversación con un autor que tiene en el viaje su esencia.

  • Nooteboom, el ser del nómada | El escritor Cees Nooteboom en la cálida Cartagena dio luces sobre su obra, con sus múltiples facetas. FOTO BEATRIZ MESA MEJÍA
    Nooteboom, el ser del nómada | El escritor Cees Nooteboom en la cálida Cartagena dio luces sobre su obra, con sus múltiples facetas. FOTO BEATRIZ MESA MEJÍA
08 de febrero de 2014
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Entre sus manos tiene dos libros: Cartas a Poseidón, de su autoría, y Universo Nooteboom, que recoge textos escritos sobre su obra por autores que la han estudiado y disfrutado. A lo largo de esta entrevista Cees Nooteboom se referirá a esos volúmenes, especialmente al primero, en el que pregunta a Poseidón por múltiples asuntos. Es un monólogo. El autor espera respuestas del dios griego del Mar.

Durante el Hay Festival, en Cartagena, vimos caminar por las antiguas calles de la Ciudad Amurallada a este autor que nació en La Haya en 1933, uno de los intelectuales holandeses más reconocidos, gracias a una obra llena de contenido, inquietante, habitada por el misterio. Esa que lo ha puesto en la prestigiosa baraja de los posibles premios Nobel de Literatura y que lo llevó a ser considerado por la revista Newsweek como uno de los diez mejores autores de literatura de viajes del siglo XX.

Sí, es Cees Nooteboom. Un hombre serio y amable, al mismo tiempo. Que se tensiona con las entrevistas, aunque poco a poco se relaja y comienza a hablar sobre sus experiencias de escritor, de lector, de viajero, de ese que sabe narrar en textos de profundos sentidos, que bien pueden ser ensayo, narrativa, poesía.

El autor de Philip y los otros, Cartas a Poseidón, En las montañas de Holanda, Una canción del ser y la apariencia, Cómo ser europeos, El desvío a Santiago, El enigma de la luz, Los zorros vienen de noche, Rituales, Tumbas de poetas y pensadores, entre muchos otros, se escuchó en Cartagena dentro de la programación del Hay Joven, también, durante la conversación con su amigo entrañable, el filósofo alemán Rüdiger Safranski y con la escritora colombiana Laura Restrepo.

Encuentros muy cálidos que lograron cautivar a la audiencia, al convocar a ese nómada que nos habita y que Nooteboom ha sabido revelar.

¿Cuándo comenzó a trazar el mapa de sus viajes?
"Imposible definir una fecha. Lo cierto es que está en su sangre desde cuando descubrió lo que significa el movimiento, desde que conoció la fragilidad de lo que somos, de aquello de lo que está hecho el ser humano.
Por esa consciencia que tiene del movimiento como origen de lo que somos es que está convencido de que la transmigración de las almas no tiene lugar después, sino durante esta vida, como lo ha dicho en múltiples ocasiones.

El hombre es camaleón que se transforma, que muda de piel, y él lo hace cada que viaja, cada que escoge un nuevo destino que lo reafirma en su ser. La misma elección ya le representa una ruptura. El nómada que lo habita tiene algo de primigenio. Lo deja ver en sus libros, que permiten, como decía la escritora Laura Restrepo, acercarnos al misterio que rodea la existencia".

¿Cómo es su ser de viajero? ¿De qué está hecho?
"No es el viajero corriente, el que hace turismo. Yo no viajo como un turista. Ese recorrido por los lugares escogidos es una experiencia esencial".

Las rutas marcadas, delimitadas, no le sirven. Siempre busca un desvío, el quiebre en el camino, el recodo; esa ruta lateral que lo conduce a un lugar no señalado. A un sueño, también a una -otra- realidad.
"Hay que buscar los desvíos, hay que dejarse llevar por la curiosidad. Así se descubren lugares, gente, expresiones. Un punto puede llevar a otro. En El desvío a Santiago quería llegar a Santiago de Compostela, sin embargo, el recorrido no fue el señalado y así se me revela España".

Un libro en el que Nooteboom desde su primer párrafo descubre un poco de sí:
"No se puede demostrar y, sin embargo, lo creo; en algunos lugares del mundo tu llegada o salida se amplían de un modo misterioso por las emociones de todos aquellos que han salido o llegado antes que tú...".

Y a partir de este momento el lector no quiere desprenderse de estas páginas: la curiosidad del viaje lo seduce, también, poder explorar algunas de las razones que llevan a Nooteboom a trazar sus rutas. Él sabe escuchar a los que antes estuvieron. Le hablan en las rocas comidas por el tiempo, en los pulidos mármoles, en las cornisas y anaqueles. En las pinturas, en los silencios de los recintos. Sus libros tienen el pasado como sustento, sin embargo, miran al futuro con la fuerza del gaviero en alta mar. Un autor en cuya obra siempre están presentes el arte, la poesía, la música, los mitos antiguos y el tiempo, siempre el tiempo.

... Al volver sobre El desvío a Santiago, el lector ve al autor navegando rumbo a Barcelona: "... allí alquilaré un coche y por tercera vez en mi vida me dirigiré a Santiago de Compostela, cruzando toda la anchura de España en línea recta o con rodeos. No será una peregrinación al apóstol como las de los demás, sino a un yo anterior y borroso, la reanudación de una travesía pasada. ¿A la búsqueda de qué?...".

Una pequeña libreta con los apuntes de su último recorrido está en sus manos. Al abrirla, se manifiesta su letra menuda, muy fina, que muestra frases cortas. Sus itinerarios son ejercicios de memoria, en una lucha contra el paso del tiempo que, dice, "es un pozo peligroso", que puede cubrir esas impresiones, esos momentos irrebatibles que solo se dan cuando el viajero está compenetrado con la historia que vive en su trayecto.

¿Escribe durante sus viajes?
"Tomo notas (abre las páginas de su libreta). Solo pasado un tiempo comienzo a escribir, luego de decantar lo visto, lo oído. Las sensaciones vividas. He hecho esto toda mi vida. Antes de un viaje me preparo, incluso, leo los diarios de las regiones que visito para saber qué pasa en los países. Viajo con los ojos. Dejo, como el vino, madurar las historias. Cuando uno vuelve, y lo escribe todo inmediatamente, es algo así como hacer periodismo -no lo digo en un mal sentido-. Para escribir prefiero decantar, fermentar. Cuando viajo no puedo escribir, además, porque hay mucha turbulencia y es difícil concentrarme en un nuevo relato".

¿Qué significa el tiempo para usted?
"En Cartas a Poseidón le escribo directamente al dios del Mar. Quiero saber si los dioses desprecian a los humanos, si están celosos, porque podemos morir. O si, al contrario, se sienten superiores por su eternidad".

¿Qué prefiere usted?
"Estamos en una sociedad en la que todo el tiempo nos observan... No sé si quiero pertenecer eternamente a un mundo tan observado".

¿Ha logrado escuchar las respuestas de Poseidón?
"Aún no me ha respondido".

Hay algo que siempre ha hecho: capturar y compartir las atmósferas de sus inesperados recorridos.
"Ya le he dicho, escribo con los ojos. Al describir la atmósfera recojo un sentimiento. Por eso necesito tiempo luego de llegar de un viaje, para poder reflexionar sobre esas atmósferas, esas impresiones, de los lugares visitados, sobre la gente que conozco, los olores, los colores, los sonidos, también los silencios y las referencias que me suscitan. Siempre hay una explicación para todo. Yo indago, busco las nervaduras. En Cartas a Poseidón - también en otros libros-, hay algunas fotos que he hecho en mis viajes, una de ellas es esta hoja". (Encuentra la página del libro y muestra la imagen en blanco y negro que, al ser señalada por él, se convierte en un símbolo de su trabajo).

¿Qué tanto significa para usted el azar?
"Rüdiger Safranski editó un libro con una selección de mis relatos, poemas y ensayos, su título, Tenía mil vidas y elegí una sola. Cada uno tiene en su vida enormes posibilidades para elegir entre A y B. La vida es la conclusión de todas esas elecciones. Al final, la única vida que uno ha tenido es producto de esa elección, y el azar juega también allí".

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