El abogado Marco Tulio Zapata Giraldo cambió la historia de Campamento cuando tomó la palabra y se dirigió a quienes acudieron hace tres semanas al auditorio del hospital local de este pueblo enquistado en las montañas del norte de Antioquia.
“La Minera Las Brisas se salvará, encontramos los inversionistas que están dispuestos a comprarla y reactivarla”, les dijo este abogado que fue delegado por la Superintendencia de Sociedades como liquidador de la única cantera de asbesto, tipo crisotilo, que hay en el país y que fue por cuatro décadas el mayor generador de empleo y desarrollo para este municipio de 400 familias.
Algunos de los trabajadores de la mina que dejaron sus labores desde enero de 2011 gritaban de la emoción y lanzaban vivas. Funcionarios, líderes comunales y comerciantes aplaudían sin parar el anuncio. El cura del pueblo dio gracias a los cielos por este milagro. La buena noticia pasó de boca en boca por las calles y una alegría colectiva contagió a todos.
“Estamos felices, aquí todos queremos la mina funcionando otra vez, es el mayor patrimonio municipal. Le damos la bienvenida a los nuevos inversionistas y que sientan a Campamento como su casa”, comentó con entusiasmo a este diario la concejala Patricia Cárdenas Tabares.
Camino de soluciones
El 2 de agosto pasado se cerró el negocio con la comercializadora internacional de carbón Coal Caribe y la banca de inversión Ideas Proyectos y Negocios. Estos inversionistas encontraron en el sistema financiero nacional los recursos para comenzar a pagar los 4.800 millones de pesos en que la Supersociedades avaluó a la Minera Las Brisas
Eso incluye títulos de concesión en 5.000 hectáreas, más de 7.000 toneladas de hierro en infraestructura y maquinaria, unas instalaciones y lotes adquiridos que suman 272 hectáreas y, por supuesto, las cuentas por pagar con trabajadores, obligaciones crediticias y proveedores, en ese orden de prioridad.
“Se trata de un caso excepcional en que una empresa inviable a punto de entrar a adjudicar sus activos entre los trabajadores y sin esperanza de poderlos explotar, ahora toma un segundo aire aprovechando que tiene un producto muy competitivo”, explicó Luis Fernando Jiménez, intendente de Sociedades delegado para Antioquia, quien en este momento tiene a cargo 45 liquidaciones de difícil recuperación.
Hasta antes de su cierre, Las Brisas disponía de 20 hectáreas de explotación y una tasa de extracción de 1.500 toneladas mensuales, aportando el 50 por ciento de la demanda nacional de asbesto.
Esta es una fibra mineral muy requerida en las industrias automotriz y eléctrica por soportar altas temperaturas, al tiempo que es usada como refuerzo para pavimentos asfálticos, entre otras utilidades. Y si era tan buen negocio, ¿qué pasó?
De liquidador a resucitador
Durante años, en Medellín se supo de Campamento por soportar los embates del conflicto armado. Eso mismo llevó a la minera canadiense Johns-Manville a dejar, después de 24 años, las operaciones en manos de los trabajadores. Ellos se hicieron cargo por 8 años más hasta que los malos manejos administrativos obligaron a su cierre definitivo. La vida en Campamento cambió.
“Eso fue lo peor que nos pudo pasar. Más de 200 personas quedamos sin empleo, muchos tuvieron que salir a vender sus cositas para pagar deudas, otros se fueron a ganar menos en cultivos de caña (para panela), otros no tuvieron de otra que irse a buscar cómo sobrevivir. El comercio se acabó”, recuerda Gloria Eugenia Uribe Cárdenas.
Ella estuvo vinculada a Las Brisas por 28 años y ahora celebra que le vayan a pagar ese año entero que trabajó sin salario hasta que la mina se detuvo por completo.
La Supersociedades comenzó su intervención desde el 22 de julio de 2011. Al abogado Zapata Giraldo se le encomendó la tarea de imponerle los santos óleos a esta mina que apenas extrajo el 10 por ciento de sus reservas probadas de 2,08 millones de toneladas, es decir que tiene, por lo menos, una vida útil de 30 años más.
Encargado de darle sepultura a este Potosí, hizo todo lo contrario. En una contrarreloj para evitar el vencimiento de los términos de la liquidación, visitó más de 50 bancas de inversión y expuso las bondades del proyecto en ferias mineras. Mientras hacía todo lo posible para preservar los activos de la compañía y no tenerla que repartir a pedazos entre acreedores, en enero pasado llamó a EL COLOMBIANO.
Este reportero lo atendió y el 31 de enero se publicó la historia que aquí se cuenta. Después hubo varias llamadas de interesados. Las Brisas fue visitada por potenciales inversionistas colombianos, estadounidenses, alemanes y chilenos. La Fuerza Pública hizo la tarea de garantizar siempre la seguridad. Los extrabajadores demostraban su sentido de pertenencia y experticia. Pero el tiempo corría en contra de Zapata.
De siete consorcios mineros muy interesados, al final quedaron dos, uno de Antioquia y otro conformado por inversionistas de Bogotá y la Costa Atlántica. Estos últimos llegaron a una sola semana de realizarse la primera subasta privada, el 22 de junio, y se enteraron por la nota publicada en EL COLOMBIANO.
El grupo paisa consideró alto el precio de avalúo de Las Brisas y desistió, su contraparte pidió plazo para realizar análisis financieros y técnicos y, un mes después, fueron los únicos que pujaron.
“Es una satisfacción muy grande para uno saber que el mayor motor económico de Campamento se reactivará y generará 200 empleos directos y otros mil indirectos. Los inversionistas se proponen en tres meses hacer las adecuaciones necesarias y para finales de año comenzar producción”, comenta Zapata, quien pasó de liquidador a resucitador de Las Brisas.
Los nuevos dueños de la mina de asbesto tienen previstas inversiones de cinco millones de dólares para duplicar la producción y extraer 2.000 toneladas mensuales. A Gloria Eugenia le llegan día y noche hojas de vida de excompañeros de trabajo que quieren reincoporarse. Marco Tulio Zapata ya comenzó las gestiones de pagos pendientes para entregar a Las Brisas completamente saneada. Campamento sigue celebrando el milagro.
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