¿Dónde queda? ¿Dónde está el burdel más cercano? Ya no se necesita ir muy lejos para encontrar unos labios de carmín o conjuros de almizcle que disfracen de afecto los instintos del cuerpo. Atrás quedaron esos días en que los niños preguntaban por qué al pasar por ciertos barrios, algunas casas tenían luces color rojo y poco se escucha ya la palabra "zona de tolerancia" para referirse a aquellas calles donde algunos quieren dinero rápido y otros pagan para recibir amor físico.
Un lunes de este septiembre agonizante, un amigo contó lo ocurrido en su edificio cercano a la calle 10. Hace unas semanas, alguien alquiló el apartamento contiguo al suyo. El camión de la mudanza llegó con muebles y sin inquilinos. Él, que esperaba encontrarse una familia que saludar en el ascensor, se quedó esperando. Hasta que un viernes de noche, aparecieron los que serían sus vecinos: un grupo de extranjeros acompañados por mujeres locales de escotes y licor en la mano que se instalaron en ese apartamento. Hubo música, risas estridentes y gritos hasta el amanecer. La escena se repitió hasta que la presión de otros inquilinos hizo que el dueño del negocio detuviera temporalmente las fiestas.
Algunas veces escribo de madrugada. Y por estar despierta a esas horas, escucho a lo lejos el ruido de las fiestas en los hostales y hoteles de Patio Bonito. Puede ser un domingo, martes o jueves. Se escuchan gritos, música. Y al otro día es probable ver cómo salen de estos sitios las amantes temporales sin intercambiar palabra con clientes que muchas veces hablan otros idiomas.
Estas escenas de amor remunerado en burdeles intempestivos ocurren ya en urbanizaciones de El Poblado, Laureles o el Estadio. Los turistas se quedan en hoteles, apartamentos y no en moteles. También pasa en Niquitao, Barrio Triste y en el centro. En algunos de estos sitios puede haber menores involucrados y los clientes tienen otros perfiles.
El periodista Guillermo Galdós hirió hace días los sentimientos de la gente local con un documental en el que calificó erróneamente a Medellín como "el burdel más grande del mundo". Mucho se dijo al respecto. Lo que ocurre entre estas montañas no se puede comparar aún con destinos como Tailandia, Sri Lanka o China.
Aunque la Alcaldía ya anunció medidas y mostró cifras, surgen preguntas: ¿cuándo se va a ejecutar un plan que impida que Medellín se convierta en destino sexual? ¿Cómo pueden protegerse las unidades residenciales de estos burdeles por horas y evitar que sean alquiladas para este fin? ¿Cuándo van a hacer una campaña con las jóvenes para que entiendan que hay más allá de los estereotipos locales de belleza y que ser prepago no es un gran destino? ¿Hay algún plan para ayudar a las mujeres que se dedican al negocio del sexo?
Desde que la Alcaldía decidió gritarle al mundo que somos la ciudad más innovadora del mundo, siguen llegando personas para instalarse y crear una vida nueva aquí. Y algunos son turistas, vecinos por horas que solo buscan amor pago y rumba irrefrenable. ¿Estamos listos para asumir una ciudad así?.
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