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El misterio de las cifras y muertes del chance

28 de noviembre de 2009
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Cuando llegaba el medio día, Argemiro Salazar Salazar se sentaba a comer aguacates como si se fueran a acabar. Se ubicaba en el extremo de la mesa haciendo las veces de "Señor", y enseguida invitaba a sus trabajadores a que tomaran el puesto de "discípulos".

Esa manera de acercarse a los de a pie, la imprevisión de pasearse con sus 90 kilos de peso, sin un escolta, por el convulso Centro de Medellín, fue el punto débil que lo dejó expuesto cuando lo atacó el pistolero que acabó su vida.

El 14 de agosto pasado, horas después de que fuera abaleado Argemiro, al frente de uno de sus hoteles, el coronel Luis Eduardo Martínez Guzmán, comandante de la Policía Metropolitana de Medellín, dijo con algo de desconcierto que al momento del atentado el empresario andaba solo.

Parecerá paradójico que el dueño de 37 empresas legalmente constituidas, el 'Rey del chance' como lo llamaban muchos, no gozara de un esquema de seguridad. Pero así era. Uno de sus tres hijos asegura que nunca tuvo quién lo custodiara pues para él era toda una incomodidad.

Sentado en el centro de un enorme salón, desde donde se divisa la poltrona vacía de Argemiro, un muchacho de voz muy cercana al llanto, dice que la muerte de su padre es una incógnita que prefiere no despejar. "No estamos haciendo ningún tipo de investigación. No sabemos de dónde haya provenido -dice- y no queremos volver a vivirlo dentro de la familia. Queremos estar ajenos".

Desde el día que la Policía ofreció 50 millones de pesos por información que ayudara a perseguir a los responsables, no se ha producido ninguna captura. Pese a que la Fiscalía cuenta con una hipótesis criminal, aún el proceso está en ciernes.

Los motivos para asesinar al hombre que se erigió como un mito por haber pasado de lavador de carros, en su juventud, a magnate, en la vejez, pueden ser tantos como las empresas que tuvo. No se podrá desconocer, dice alguien cercano al caso, que Argemiro era el dueño de los más importantes centros nocturnos de striptease , entre los que está Face II, el más reconocido.

Sin embargo, su actividad como empresario del chance, sitúa su crimen dentro de una larga lista de personas que siendo parte del gremio, terminaron víctimas de las balas. Al pionero del chance Gildardo Echeverri, quien murió por una infección en la sangre, le dinamitaron todos los puntos de venta, rememora Baltasar Medina, presidente de la Federación de Juegos de Suerte y Azar (Feceazar). El mismo Argemiro fue secuestrado hace alrededor de quince años, recuerdan en su familia.

El último lustro fue de hostigamientos permanentes para ese gremio. La desaparición en 2004 de don Ramón Alonso Restrepo Restrepo, presidente de Le Apuesto S.A., empresa que llegó a estar dentro de los cuatro jugadores más importantes del negocio, fue el primer campanazo que recibieron los empresarios del chance en Antioquia.

A esta firma, que hoy está dentro de los socios del consorcio Gana, posteriormente le dinamitaron varios locales, entre ellos uno en Manrique. En 2005 le asesinaron a su gerente, Carlos Mario Restrepo Jaramillo, familiar de don Ramón.

En muy pocas ocasiones los homicidios fueron esclarecidos. El 25 de septiembre de 2006, varias horas después de que un sicario le robara la calma al Salón de Billares Envigado y que, de paso, le arrebatara la vida a Octavio Velásquez, en ese momento gerente suplente de la empresa Grupo Quatro S.A., la Presidencia encomendó a un grupo especial para que se hiciera cargo del caso.

No obstante, de la muerte de Octavio, a la fecha no se sabe nada. Su padre, el recordado dirigente deportivo (hoy privado de la libertad), Javier Velásquez, asegura que aunque estuvo al frente de la investigación, debió conformarse con ver archivado el caso por falta de pruebas.

Sobre el origen de las intimidaciones y atentados, los ojos de las autoridades siempre apuntaron al paramilitarismo, pese al tabú que dicha teoría significó para los propios chanceros. Los rumores son anteriores al 19 de abril de 2006, día en el que se constituye oficialmente Gana, unión de fuerzas que fue interpretada también como una manera de blindarse de los grupos armados que quisieron infiltrar el negocio.

El político Aníbal Gaviria, Gobernador para la época de la licitación, recuerda que se percibió que no sólo en Medellín había un interés de los grupos al margen de la ley de copar los espacios del chance. "De hecho, lo que nosotros entendimos es que ya lo habían logrado en algunas partes del país, sobre todo en la Costa Atlántica".

Y agrega: "nunca recibí presión ni amenaza, pero era evidente que en el ambiente existía. Sí, hubo asesinatos que aún deben investigarse. Es evidente que hubo amedrantamientos. Por eso nos hicimos acompañar del Ministerio de la Protección Social y de la misma Presidencia de la República, para garantizar la transparencia del proceso".

Al contrario, Mauricio Álvarez Restrepo, gerente general de Gana, considera que el proceso de integración de los apostadores más importantes de la región respondió a razones comerciales, de asociatividad, de exigencias de ley y al anuncio de la llegada de las multinacionales (ver entrevista). "El problema de orden público en el departamento -dice- no es ajeno para nadie, pero no ha sido transversal en este negocio".

Baltasar Medina, en cambio, opina que los grupos ilegales sí trataron de apoderarse de segmentos del mercado por vías de hecho. "Eso es una cosa que no se puede negar. Llegó a esa situación". Observa que Gana fue clave para regular el mercado y para cerrarles las puertas a esos agentes externos que quisieron apoderarse del negocio.

Una de las personas más cercanas a Argemiro Salazar afirma que no conoció una presión diferente a la que tuvieron todos los comerciantes en el país. "Cada cual se defendía como podía. ¿Que había que pagar unas vacunas? Sí. ¿Quién no ha pagado vacuna? Esa era la forma de defensa -asegura-. Si no, acababan con los establecimientos, los volaban".

"Ese es nuestro país y nadie puede negar eso. Pasa con los bananeros, los transportadores, los cafeteros. Lo negaran algunos, pero esa es una verdad que está ahí", remata.

Hay hechos que refrendan el interés de los paramilitares por los juegos de azar. En enero pasado, la Policía en Medellín informó sobre la captura de nueve integrantes de una organización dedicada al lavado de activos, que recibían órdenes del capo Juan Carlos Sierra Ramírez, alias "El tuso", hoy preso en Estados Unidos.

La investigación sindicó a una hermana del paramilitar de ser la dueña de una empresa que fabricaba máquinas tragamonedas, un negocio que en los barrios periféricos de Medellín terminó convirtiéndose en un dolor de cabeza para Etesa, empresa reguladora de la actividad.

Un investigador adscrito a la Unidad de Delitos contra el Patrimonio de la Sijín dice que el gran lío es que los dueños de las máquinas, que no son precisamente los tenderos, "cuentan con el apoyo de las bandas criminales, a las que les pagan un porcentaje en cada sector".

Uno de estos aparatos, programados para nunca generar pérdidas, deja alrededor de 150 mil pesos de ganancias por semana. Lo "triste" es que los tenderos desconocen que se trata de una actividad ilegal y son incapaces de dar cuenta de los dueños, pues no aparecen registrados en las Cámaras de Comercio.

Pero, ¿saben realmente quién se está enriqueciendo con esas 20 mil máquinas ilegales que se supone hay en el país? Un funcionario de la Fiscalía en Medellín dice que se trata de una o varias organizaciones, pero que se desconoce el tipo de mafia. "'La Oficina de Envigado' se convirtió en el 'chucho', como lo fue Pablo Escobar, a la que se le adjudica todo lo que pasa. Pero la verdad -advierte- es que nosotros no sabemos".

En el pasado reciente, se demostró que los casinos también estuvieron dentro de los empeños del "Tuso" Sierra. Seis de esos negocios fueron objeto de la intervención, en 2007, por parte de la Dirección de Estupefacientes, luego de que quedara al descubierto la figura de testaferrato.

Otro capítulo aciago en la historia de los casinos, y que aún deja varios cabos sueltos, fue el asesinato de los funcionarios de Etesa Julio Antonio Varela Soto y Fabio Alonso Bossa Flórez, dos costeños que llegaron a Medellín el 25 de enero de 2008 a sellar varios establecimientos.

Del proceso se extrae que fue una banda de sicarios del barrio Doce de Octubre, dirigida por alias el 'Patrón' (condenado por cuatro homicidios más), la que recibió dinero para montar un operativo en el que participó un joven de 14 años de edad, como autor material.

Así los jóvenes implicados hubiesen reconocido que recibieron ocho millones de pesos por matar esa noche a Bossa y a Varela, a la salida de Face II; aparte de que uno de ellos confesara que compró ropa, motos y licor para celebrar "la vuelta" y de que uno más relatara, con la frialdad del caso, que al momento del doble crimen sus víctimas estaban tan alicoradas que ni se dieron cuenta, aun así, no es claro quién contrató originalmente a la banda que, según reposa en el expediente, tenía una lista de homicidios por ejecutar.

La investigación de los visitadores de Etesa difiere de la que se ha seguido para esclarecer la muerte de Argemiro. La gran dificultad, en el caso Salazar, reside en que el zar de las apuestas, al que de niño supuestamente le fue vaticinada la fortuna por un sacerdote al que le decían el 'Míster', no tenía amenazas conocidas.

Llevaba ejerciendo la misma rutina durante los últimos 20 años. "Salía de los turcos, se paseaba por el centro de la ciudad y se iba para el hotel donde lo mataron. Se hacía un masaje, se relajaba (...). Luego, se levantaba a la 1:00 ó 2:00 de la mañana. Les daba vuelta a los negocios y se refugiaba en la casa a las 4:00 ó 5:00 de la madrugada", cuenta alguien cercano.

Era un trasnochador por afición que dejó huérfanos a aquellos comerciantes que lo llegaron a llamar el 'banco de Guayaquil'. En el recuerdo quedará que a Argemiro Salazar no le gustaban los gallos como a Gildardo Echeverri, con quien hizo las pases al final de sus días. Pero que nunca dejó de apostar al fútbol, según dicen, porque era extrañamente de malas.

También, que regaló varios negocios a los que fueron leales con él. Que era una especie de rico de la parroquia admirador del inversionista Warren Buffet y que, sin importar los muchos millones que tuvo, se vestía con austeros saldos de Everfit comprados en un rincón del barrio Robledo.

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