Como dicen quienes lo conocen, es el que tiene las llaves del parque de La Milagrosa, porque prácticamente allí vive y lo cuida como si fuera su casa.
Ese personaje es León Darío, quien ayer, al igual que un buen número de habitantes del barrio La Milagrosa, se hicieron presentes para recibir del alcalde las obras de remodelación de su principal referente y sitio de encuentro, incluso de otros barrios aledaños como Loreto, La Asomadera y Cataluña.
"Al principio vimos que hubo problemas de logística que demoraron las obras, pero al final tenemos un hermoso parque", manifestaba León Darío, quien de todos modos notó la falta de iluminación en algunos sectores.
Parecía un domingo, solo faltaban los inflables y los merenderos que desde hace unos meses alegran las tardes "milagrosas" de fin de semana. "No me gusta el licor, pero le hacen dar ganas de beber a cualquiera", expresa Fabio Pérez, un vendedor ambulante, al describir la vida del parque.
Atrás quedaron los estrechos y pantanosos senderos para darle paso a amplios espacios de circulación, de un hermoso empedrado.
Las deterioradas basureras hoy con un reluciente aluminio adornan el entorno de las jardineras bordeadas con un cordón de cemento.
Los "viejitos", como cariñosamente les dicen los habitantes del barrio y fieles asistentes del parque entre semana, ayer se vieron relegados por la cantidad de gente que asistió a la entrega de obras, pero sentados en cómodas sillas hicieron lo de costumbre "cambalachear" relojes, anillos y todo tipo de objeto al que cada uno le da su valor.
"Hay que cuidarlo"
En otro lado y desentendidos de lo que ocurría en la carpa bajo la que se refugiaban del intenso calor los invitados a la ceremonia de entrega de obras, un buen número de niños disfrutaba de los juegos infantiles y del gimnasio a campo abierto, que no daban abasto, por lo que debían hacer fila.
Mientras tanto el alcalde de Medellín, Alonso Salazar, en el discurso recordaba sus años de infancia vividos en este barrio. "Yo me emociono mucho aquí en La Milagrosa porque hace parte del entorno en el que crecí de niño y este parque ha sido bello, como esos parques históricos de la ciudad. Estaba un poco desmejorado, pero quedó como una uvita".
Igualmente, les decía a los asistentes, que lo más importante de estas obras es el cuidado que la misma comunidad le dé para conservarlo y por eso lo recalca cada que hace una entrega.
Para ese fin se adelantó una gestión social con el objetivo de crear lazos de afecto y cercanía de la comunidad con el parque y se creó un comité de participación comunitaria integrado por 25 personas y algunos comerciantes, que serán los padrinos de las zonas verdes para permitir su sostenibilidad en el largo plazo.
Diego Díaz, habitante del barrio y conductor de taxi, tampoco se quiso perder los actos y junto a su esposa e hija se sentían orgullosos del "nuevo" parque. No se cansaba de repetir, una y otra vez, que "este se mantiene lleno de gente y es muy sano y muy tranquilo".
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