El carrusel se puso otra vez de moda. Hoy, es más grande que los atributos del Tino Asprilla publicados en la revista Soho, y en vez de caballitos, tiene unas bestias salvajes que cargan millonarios contratos, al parecer más sucios que marranos revolcándose en un pantano.
Escándalo de primeras páginas: Miguel Nule, empresario de un grupo quebrado y en bastantes problemas; el ex candidato Gustavo Petro, y el subcontratista Alejandro Botero, cansados del olor a podrido, entre otros, le dieron play a una película de terror, en la que los hermanos Moreno Rojas, Samuel e Iván, los hijos de la Capitana del Pueblo, aparecen en papeles estelares: contratos adjudicados a dedo, CVY (¿Cómo Voy Yo Ahí?), y miles de millones de por medio, hacen la trama del hit del verano.
Petro dijo que las contrataciones directas en el Distrito pasaron del 5% al 20%, que se volaron los montos de los anticipos determinados por la ley y que los contratos de infraestructura se concentraron en pocos contratistas. ¡Pelos erizados! Nule, como lobo acorralado, clavó las uñas al senador Iván Moreno y a unos cuantos más, en una telúrica mañana de entrevistas donde habló de comisiones del 6% y el 2% de los contratos para los personajes en cuestión ¡Escalofrío! Samuel dijo que es una persecución, pero aparecen presuntas cuentas bancarias de su hermano en paraísos fiscales, en fin. ¡Bruuu? qué susto!
Tongo le dio a Borondongo (pero no puños, sino dinero), Borondongo le dio a Bernabé (unos chequecitos), bla, bla, bla. Lo cierto es que el asunto, para el ciudadano de a pie suena bien incómodo. A nadie le gusta el olor a podrido porque el tufillo a corrupción genera un dolor inmenso e indignación. Todo parece indicar que la contratación y la transparencia en Bogotá están vendidas al diablo. Si así es en la capital, ¿cómo será en las poblaciones alejadas? Por eso no es de extrañar que haya carreteras y puentes que no existen. Magníficas obras que muestran el progreso, pero en los papeles del catastro público, porque son invisibles a los ojos de todos.
Aquí la ética y la moral estorban más que mango entre los dientes. El Polo está carcomiéndose en una guerra interna. Samuel, con sus pucheros, está sumido en una crisis de gobernabilidad. Otros se retuercen por el hambre electoral, y unos más, con la soga al cuello, buscan no ahorcarse. Sálvese quien pueda. Mientras tanto, los más vivos esperan en el río revuelto, hasta que pique el pez gordo.
Hace poco escuché a un gran empresario diciendo que el peor problema es la corrupción. Hoy, con lo que pasa en la tierra del Sagrado Corazón y el Divino Baby, no me cabe la menor duda. Es un cáncer que hace metástasis por donde pasa. Según la Encuesta de Probidad 2006, el 84,4% de los empresarios se abstiene de contratar con el Estado, porque considera que la competencia no es justa. Un 31,7% afirma que los han tratado de sobornar y un 28,4% fue víctima de alguna solicitud de dinero por parte de un funcionario del Estado. "La corrupción, la madre de todos los vicios", en letras de molde. Muchos, por esa madre, hacen lo que sea ¡Qué bonito! Pobres mamás, por supuesto, las de verdad.
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