Puede llegar desde los treinta, o a los cuarenta, o a los cincuenta, o a los sesenta o setenta, o no llegar. Pero a casi todo el mundo le llega la edad aquella en la que:
Las escalas las hacen más empinadas y estrechas.
Todas las mujeres son más hermosas. Las distancias son más largas.
Casi todo comienza a arrugarse, a agacharse, a aperezarse. Repetir siempre hace daño, hace daño, hace daño.
Los frisoles son instrumentos de viento y no se pueden comer por la noche. Repetir sancocho es agriera segura.
Se da uno cuenta por primera vez de que no puede por segunda vez.
Se da uno cuenta por segunda vez de que no puede por primera vez. Trotar es taquicardia o paro cardíaco.
Nadar se convierte en flotar. Cantar y reír a carcajadas dan tos.
Beber produce cirrosis. Un resfriado degenera rápido en una bronquitis o neumonía.
Una ventana abierta deja entrar el sereno y alborota la alergia. Una tos es tisis.
Cualquier golpe es un hematoma severo. Un chicharrón es visita segura al dentista.
Un dolor de cabeza es un derrame cerebral. Un dolor en las piernas es gota o recuerda uno que cuando la pata se hincha la sepultura relincha. Dolor en las manos es artritis. Un olvido es Alzheimer.
Una tiritada es Parkinson. Un estornudo es tuberculosis.
El estreñimiento es cáncer de colon. Dolor de muelas es muequera segura. La sed es azúcar alta. Un mareíto es hipoglucemia.
Un kilo de más es colesterol disparado. Un kilo de menos es leucemia.
Levantarse a media noche es cáncer de próstata. Sonarse fuerte es hemorragia asegurada. Nubosidad en los ojos es cataratas. Cera en los oídos es otitis.
Mucho sueño es depresión aguda. Insomnio es gastritis o reflujo. Un pelo en la peinilla es calvicie.
Dolor en la nuca es osteoporosis. Dolor en las caderas es descaderada fija. Un daño de estómago exige suero. Un frenón en amarillo le dan por detrás.
Se lee todos los avisos de muertos en el periódico para asegurarse de que no está él.
Se aprende las clínicas que tienen cuidados intensivos.
Memoriza los teléfonos de urgencias (123)
Pregunta cómo se hace un testamento.
Repite a toda hora que todo tiempo pasado fue mejor.
Se le caen vientos y salivas.
Maneja a menos de cuarenta.
En fin, que la edad aquella llega cuando le abramos la puerta, y llega para quedarse.
Esta columna fue construida a partir de experiencias propias y de los allegados y de algunos correos electrónicos que pretendieron hacerme sentir mal y que yo nunca reenvié.
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