En Florencia, Caquetá, hacen una alborada, queman pólvora, suenan música parrandera, celebran, casi por cualquier cosa. No importa que sea lunes, martes o miércoles. Lo de menos es el motivo: puede ser una graduación, los recursos que le entraron a un colegio, el aniversario del único supermercado de la ciudad. El asunto es que a las 4:30 de la mañana se escuchan la sirena de una ambulancia, la corneta de una chiva rumbera que tiene un televisor LCD de 42 pulgadas y una gritería que despierta a sus casi 70.000 habitantes.
Incluso, la semana pasada se celebró el aniversario del Supermercado Yep en medio de un aguacero de los que caen en esta parte del Amazonas, donde el clima burla todo pronóstico.
Cuando se les pregunta a los florencianos por los festejos en los que el bullicio parece anunciar la llegada de diciembre o la entrada triunfal y reinante de alguna inmóvil Virgen, ellos responden que aquí se celebra todo, la idea es encontrar la excusa para juntarse y hacer la fiesta.
Ya cuando pasa la madrugada y con la mañana llega la rutina, el calor abraza los parques y los viejos se sientan en las bancas a leer el periódico o a ver pasar el tiempo mansamente con sus camisas abiertas hasta la mitad del pecho, y el perifoneo invita a comprar las últimas prendas de moda y las promociones del ya mencionado supermercado, y en carritos empujados por mujeres hay unos cubículos de cristal que llevan al Caquetá encerrado en hielo.
Y es que cuando un turista llega a Florencia le ofrecen dos cosas: piña y arazá. La piña, de un sabor dulce hasta el corazón. El arazá: la guayaba del Amazonas, de la que se hacen dulces, jugos y salsas para acompañar las carnes. William Wilches , director del Museo Caquetá, dice “que estas tierras son benditas, porque es el trópico, porque aquí confluyen muchas tierras. Esa es una muestra de lo que es este departamento: variedad”.
Una región rica en naturaleza
Hay un comercial de la marca país en el que se dice que en Colombia se está a dos horas del invierno, del verano, de la primavera, del otoño. Esa relación en Caquetá se cumple, pero en un tiempo más corto, a diez minutos de la capital, hacia distintas direcciones, se puede encontrar la diversidad que hay en el país. A la 1:00 de la tarde, cuando el calor está en su cenit y la temperatura ambiente puede ser de 32 grados centígrados, de la nada aparecen unas cuantas nubes negras y traen un aguacero de media hora y después todo regresa a la normalidad, solo que las loras quedan despelucadas, los micos empapados y la gente pegotuda.
Pero la solución para eso la encuentran fácil. Es normal encontrarse después del mediodía a familias enteras bañándose en las quebradas que están a máximo media hora de la cabecera municipal. Aguas diáfanas que son uno de los mayores patrimonios del departamento y en las que la empresa turística privada ha encontrado un factor crucial para promover la llegada de gente del exterior.
Leonardo, guía turístico de la región, resalta que Caquetá es un lugar propicio para descansar de las grandes ciudades, “tenemos mucha variedad de aves, monos, insectos. Aquí han llegado europeos que solo quieren venir a ver hormigas”.
Víctor Isidro Ramírez , gobernador del Caquetá, señala que ahora en el departamento “queremos quitarnos el estigma de la guerra. Aquí vienen las personas y se quedan enamoradas del paisaje, de apreciar la naturaleza en su esplendor a tan solo cinco minutos de la capital”.
Senderismo por zona selvática. Avistamiento de aves. La historia de la Casa Arana y la guerra del caucho. Ríos de aguas cristalinas. Gastronomía tropical. En Caquetá, hoy, poco queda de la sombra de la guerra.
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