Si las elecciones presidenciales de hoy en Chile las gana la socialista Michelle Bachelet, como lo anuncian las encuestas, la líder de 62 años deberá sortear enormes presiones para hacer cambios estructurales en el sistema electoral, los impuestos y la educación.
La candidata tendría la histórica oportunidad de cambiar la Constitución chilena que legó el dictador Augusto Pinochet para sofocar las presiones populares y estudiantiles que quieren darle participación electoral a partidos minoritarios, aumentar las jubilaciones, gravar con más impuestos a las empresas y reformar la educación superior para que sea pública, gratuita y de calidad.
La viabilidad de su programa depende de los votos que, en caso de ganar, negocie en el Congreso y que se sumen a la mayoría parlamentaria que obtuvo en los comicios de noviembre, pues algunas reformas tienen que superar un umbral de dos tercios de los votos porque la dictadura dejó amarrados los cambios constitucionales a esas altas votaciones.
"Llevamos 23 años de democracia y los problemas de hoy no son los de la transición, mientras más avanzó Chile en el tiempo, los problemas eran mucho más estructurales y la gente quería cambios estructurales", explica el académico de la Universidad de Santiago de Chile, Bernardo Navarrete.
La casi certeza del triunfo de la exmandataria proviene del 47 por ciento de sufragios que obtuvo en la primera vuelta electoral de noviembre frente al 25 por ciento de su rival oficialista, Evelyn Matthei, que en su acto de cierre de campaña reconoció que si gana "va a ser un milagro".
Matthei, rival conservadora de Bachelet, se opone a las reformas. Dice que la educación gratuita para el 10 por ciento más rico de la población implicará un derroche de 3.500 millones de dólares anuales y que los cambios tributarios afectarán a pequeñas empresas.
Otras políticas separan diametralmente a las candidatas como el aborto. Mientras Bachelet es partidaria de legalizarlo cuando la vida de la mujer corra peligro, o el feto no sobreviva o cuando el embarazo sea producto de una violación, Matthei se opone.
El matrimonio homosexual no es rechazado por Bachelet pero sí por Matthei, que apoya legalizar y regular las uniones de personas no casadas, sean homosexuales o heterosexuales. Bachelet dice que someterá el tema a una consulta popular. Según los resultados, presentaría un proyecto de ley.
Cuando estuvo a cargo del programa ONU-Mujer, Bachelet no dejó a sucesores políticos y su apoyo cayó al 20 por ciento. Pero un silencio político estratégico y la caída de Piñera la catapultaron al primer lugar de las presidenciales. Ahora es la líder del "bacheletismo" y logró ampliar su coalición al incluir al Partido Comunista, que desde el retorno a la democracia no había vuelto al gobierno.
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