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Espuma y nada más

  • Diego Aristizábal | Diego Aristizábal
    Diego Aristizábal | Diego Aristizábal
02 de febrero de 2011
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Esta semana escuché al General Óscar Naranjo en un programa radial hablando sobre el aumento de grupos delincuenciales en todo el país y sobre el respeto que éstos ya no sienten por la Policía.

Apenas enfatizó, como lo han hecho todas las autoridades en Colombia, "los vamos a atrapar a todos", lo único que se me vino a la mente fue la frase del cuento Espuma y nada más , de Hernando Téllez, cuando el barbero, en esa meditación intensa afeita a su enemigo y piensa: "Nadie merece que los demás hagan el sacrificio de convertirse en asesinos. ¿Qué se gana con ello? Pues nada. Vienen otros y otros y los primeros matan a los segundos y éstos a los terceros y siguen y siguen hasta que todo es un mar de sangre".

Desde luego la misión de la Policía es combatir la criminalidad, pero todas estas buenas intenciones en nuestro país, donde la guerra parece eterna, una frase como: "los vamos a atrapar a todos", más que generar confianza, el único efecto que deja es el de la espuma, nada más.

La espuma desaparece rápido, casi de la misma forma como se diluyen las buenas intenciones, no precisamente porque no existan mecanismos que quieran acabar con la guerra en un país como el nuestro, sino porque la guerra en Colombia ya se perdió hace mucho tiempo y es claro que ninguna de las estrategias empleadas por nuestras autoridades ha sido eficaz, porque como dice el barbero del cuento, han llegado otros y otros y otros hasta que "todo es un mar de sangre".

No me parece justo que las autoridades sigan jugando con la esperanza de la gente, que un lugar común sea la frasecita esa de que los grupos armados en nuestro país no tienen salida, ¡qué va!, por lo visto, y con la fuerza como operan, cuando no es la guerrilla, los paramilitares; cuando no son los paramilitares, la delincuencia común; cuando no es la delincuencia común, son los grupos extraños que extorsionan a las personas en los barrios y las fincas y que ridículamente tienen personería jurídica, uno no puede pensar que los grupos al margen de la ley no tienen cabida porque durante años el mismo Estado les ha dado espacio suficiente para reproducirse.

¿Será que los colombianos nunca podremos vivir tranquilos, sin zozobra, sin miedo a contar la plata en el bus, sin miedo a tomar una foto en una calle hermosa del centro, sin miedo a contestar una llamada, sin miedo a mirarle los ojos a alguien?

Cuando era niño yo le tenía un gran respeto a la Policía, pero son tantas las promesas que nos han hecho a los ciudadanos y tan poquitas las que ha cumplido que uno termina por reírse de la cantidad de lugares comunes que emplean en su discurso.

¿No será que la Policía, nuestras autoridades deberían cambiar completamente la estrategia de guerra y no prometer más?

¿Saben cómo atrapan a los delincuentes, cómo terminan con los grupos armados que los irrespetan?

Los atrapan cuando el Estado ofrezca garantías laborales, ofreciendo educación pública de altísima calidad, rompiendo la barrera de la indiferencia, pensando todos los días en combatir la desigualdad social y muy especialmente con el buen ejemplo; antes, el único resultado que obtendrán las autoridades será tan pasajero como la espuma, nada más.

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