+Se encienden las alarmas cada que se anuncia una exploración minera. La experiencia nos ha dicho que la minería deja destrucción ambiental, contaminación de aguas, muerte de flora y fauna, problemas sociales como pobreza, delincuencia, vicios...
Recordamos la idea que sustenta el libro Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano: nuestra riqueza es la causa de nuestra pobreza. Se refiere a la riqueza en recursos, los cuales, por la voracidad empresarios inescrupulosos, son arrasados hasta arruinar los suelos, lo mismo que a los moradores de esos lugares.
Sin embargo, esto no tiene que ser así. Puede existir equilibrio entre explotación minera y cuidado del medio ambiente. En esta idea coinciden el ingeniero e historiador Gabriel Poveda Ramos, y la geóloga Gloria María Sierra Lopera, profesora de Eafit.
Poveda Ramos dice que a Colombia le han explotado sus recursos minerales desde la Conquista y ha sido muy mal tratada. Existen algunos países con mejores políticas y gobiernos más preocupados por el tema ambiental, que han conseguido ese equilibrio. Basta considerar los casos de Estados Unidos y Canadá. Han explotado cobre, aluminio, oro y otros minerales, desde el siglo XIX, sin mayores problemas ambientales.
La geóloga añade a estos ejemplos el de Australia, donde existe un “régimen ambiental alto y la explotación minera no causa mayores daños, aunque -agrega- siempre, en toda actividad de extracción de recursos, hay otros elementos naturales que jamás se recuperarán. El avance tecnológico requiere de tal costo”.
Poveda Ramos dice que por ignorancia y por despreocupación en el tema del cuidado del medio ambiente, lo cual ha venido cambiando muy lentamente desde hace apenas unos cuarenta años, en nuestro país se ha practicado por siglos la minería sin exigencias. “Esta ha sido una actividad de rapiña”.
¿Qué hay que hacer para cambiar este panorama?
Gloria María Sierra Lopera considera que el secreto está en la planeación.
Gabriel Poveda Ramos cree que hacen falta una nueva legislación minera, no dictada por las transnacionales mineras. Abandonar la existente y crear una normatividad nueva y moderna, con participación de ingenieros, biólogos, hidrólogos, zoólogos, botánicos y demás profesionales de la ecología.
“Es preciso subir las regalías que cobra el Estado a los explotadores, pues tengo conocimiento de que los cobros actuales son ridículos: equivalen a la mitad de lo que cobran los países desarrollados”, dice el ingeniero.
Añadio que también se requiere cambiar la mentalidad de los profesionales que egresan de nuestras universidades.
Hasta ahora están animados solo por la intención primitiva de extraer hasta el último fragmento de mineral, pero no se interesan por temas de los grupos humanos de las zonas y asuntos naturales como preservación de páramos, precipitaciones fluviales, reservas biológicas.
Hay que hacerles tomar conciencia de que lo que tienen entre manos no es solo un asunto de riquezas, sino de supervivencia”. Y termina con una advertencia lapidaria: “De lo contrario, vamos a acabar pronto con el país”.