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¿EN QUÉ VA LA INTEGRACIÓN SURAMERICANA?

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05 de octubre de 2013
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En una lectura desde un observador colombiano pareciera que los procesos de integración suramericana andan no sólo a ritmos diferenciados sino también por carriles bien distintos y en esto, sin duda ha incidido la salida de Lula de la presidencia de Brasil, de una parte, y de otra la muerte del Presidente Chávez de Venezuela, los dos, desde orillas diferentes y con intereses distintos, importantes animadores de estos procesos integracionistas.

Con el inicio del siglo XXI parecía que los procesos integracionistas tomaban un auge renovado en la región. A los tradicionales procesos andino, con la CAN y del cono sur con Mercosur, que con avances pequeños se mantenían, vino a sumarse, inicialmente el proceso de corte más ideológico del Alba, impulsado por los gobiernos de Venezuela, Ecuador, Bolivia y luego se sumaría Argentina como país asociado, pero en esta iniciativa -que incluye adicionalmente a Cuba, Nicaragua y otros países caribeños- lo que primaba era más una integración por afinidades ideológicas y en la idea de procesos más de solidaridad política y económica teniendo como pivote los recursos petroleros venezolanos.

Pero a finales del primer decenio, Brasil, con el liderazgo del Presidente Lula, puso sobre la mesa regional la propuesta que desde tiempo atrás venía considerando Itamaraty, la cancillería brasileña, de la Unasur, vista no sólo como una propuesta subregional, sino como una base de influencia regional brasileña para jugar con mayor representatividad en las grandes ligas de las potencias globales. Pero Unasur se situó inicialmente, más como un espacio de integración política presidencial, como la denominó alguien una especie de ‘club de presidentes’ y a decir verdad, no parece haber avanzado mucho. Inicialmente va a tener un gran peso la defensa y la seguridad con la creación, casi en paralelo del Consejo Suramericano de Defensa, como un órgano de la Unasur y mucho más con las tensiones entre los países andinos asociadas a los conflictos colombo-ecuatoriano y colombo-venezolano.

Pero una vez termina su mandato en Brasil el presidente Lula, su sucesora, la presidenta Dilma, parece haberle bajado la prioridad a este proyecto integracionista y en general al protagonismo brasileño en los grandes escenarios globales y esto, sin duda, ha afectado el proceso de consolidación de la Unasur, que si bien creó comités de trabajo en varios temas -educación, economía, energía, etc.- entró en una especie de letargo en la región. Colombia, también hay que señalarlo, asumió en el gobierno Santos una posición de menor protagonismo, casi como de observadora en relación con ese proceso. Parece evidente que el gran problema existente es la falta de objetivos estratégicos de este proceso integracionista, que probablemente con la excepción ecuatoriana, que ha tratado de jalonarla, los demás países no parecieran estar muy interesados en gastarle grandes esfuerzos políticos a la misma. Quizá sí logran convencer al expresidente Lula, como lo han planteado algunos jefes de Estado, de asumir la Secretaría General de Unasur podría darle nuevamente un empujón importante y sobre todo pasar de ser un proyecto más discursivo a ser un escenario real de integración subregional.

Mientras tanto ha tomado fuerza otra iniciativa de integración económica, la Alianza del Pacífico, jalonada por Colombia, Perú y Chile y con la participación del otro grande latinoamericano, México, y que a estas alturas ya tiene dos países tratando igualmente de integrarse, Panamá y Costa Rica, probablemente porque se trata de un proceso de integración con fines más precisos, situados en la dimensión económica -para los sectores más ideologizados de la región, se trata de una propuesta neoliberal que revive los proyectos del Alca-.

Al tiempo que sucede lo anterior, el otro proceso de integración latinoamericano, la Celac -Comunidad de Estados Latinoamericanos- se mantiene, pero igualmente sin muchos avances reales y el histórico proyecto hemisférico, la OEA, continúa en medio de críticas, cuestionamientos y tensiones, pero como el espacio privilegiado de diálogo entre las Américas.

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