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El don de la palabra

  • El don de la palabra
30 de diciembre de 2010
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Palabra es todo lo que comunica, don por excelencia. La palabra, la siento, la pienso, la pronuncio, la escribo. Me dice lo que soy, me descubre mi intimidad y me relaciona con personas y cosas, hago comunidad con ellas.

Gracias a la palabra, a Adán se le volvieron familiares personas, animales y cosas. La magia de la palabra lo vistió con decoro divino. En el instante en que les puso nombre a las cosas, se le iluminó el misterio de que "en el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios. Todo se hizo por ella". Descubrió que también él era palabra, un ser para vivir en comunión consigo mismo, con los demás, con el cosmos y con Dios, Palabra de todas las palabras.

Dios es Palabra. Palabra y Dios se identifican. Cuando Dios habla, se pronuncia a sí mismo. La palabra que dice es él mismo. Quien lo escucha, no escucha una palabra distinta de Él, sino a Dios mismo. Hay personas que se pasan la vida escuchando a Dios que habla sin ruido de palabras. Se matriculan en la escuela divina con el docente por excelencia. Les enseña a vivir la vida en plenitud. Nada está excluido de este magisterio y de este aprendizaje.

El hombre es palabra de Dios, distinta de Dios. El hombre es palabra de la Palabra. Un cuidado infinito lo lleva a cuidar su semejanza con la Palabra. Me cultivo como palabra de Dios que soy. Me intereso en que todo esté en mí en sintonía con Dios. Esa es mi religión, oración y santidad.

Por ser palabra de Dios, cuido mis palabras. Cada palabra que pronuncio o escribo es palabra de Dios en mí. Tarea revestida de una majestad que me asombra y embelesa. Al terminar un año y comenzar otro, me siento a cultivar con solicitud y acatamiento esta vocación que me desborda.

Neruda me da una pista. "Las palabras? Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito? Amo tanto las palabras. Vocablos amados? Son tan hermosas? Las agarro al vuelo cuando van zumbando, las atrapo, las limpio, las pelo, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas".

Digo en silencio: piedra, árbol, pájaro, hombre. "De ti me van mil gracias refiriendo / y déjame muriendo / un no sé qué quedan balbuciendo". ¡Tan bellas las palabras!

* Monticelo, Centro de Mística

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