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El círculo del amor se rompe, de Felix Van Groeningen. Se baila y se llora

  • El círculo del amor se rompe, de Felix Van Groeningen. Se baila y se llora |
    El círculo del amor se rompe, de Felix Van Groeningen. Se baila y se llora |
31 de enero de 2014
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Los títulos, lo sospechamos, importan. Y aunque la traducción al español (El círculo del amor se rompe) no está del todo mal, vale la pena saber por qué el título original de una cinta belga nominada al Óscar a mejor película extranjera, que por un maravilloso milagro y unos distribuidores con buen gusto ha llegado a nuestras salas, está en inglés. The broken circle breakdown se llama así incluso desde su concepción original como obra de teatro, porque breakdown es el nombre que se le da en Estados Unidos, especialmente entre los amantes del bluegrass (aquel estilo musical a partir del cual se desarrollaría la música country), a esa canción que incluye en su estructura fragmentos rítmicos y exclusivamente instrumentales entre las estrofas y los coros cantados (los breaks), que le permiten al público dejar de escuchar durante unos segundos las historias de amor, las narraciones sobre la dureza de la vida diaria, las reflexiones poéticas que entonan los cantantes, para poder bailar.

Sabiendo esto tiene más sentido la estructura narrativa de El círculo del amor se rompe, que intercala fragmentos del pasado con el presente y luego con el futuro, casi como las canciones populares, que en muchas ocasiones cuentan “lo maravilloso que fue conocernos” para enfatizar un par de estrofas después “lo triste que es ahora la partida”. Porque todos hacemos lo mismo: cuando vivimos nuestros peores momentos echamos mano de nuestros recuerdos más luminosos, nuestros propios breaks, para sobrellevar la pena. Como hacen Elise (Para Elise, podría ser otro nombre esta película, otra referencia musical) y Didier mientras cuidan a su hija Maybelle, hospitalizada para recibir el tratamiento contra el cáncer que padece. Mientras los acompañamos al inevitable deterioro en su relación que produce ver a su niña sufriendo, vamos espiando cómo fue que se conocieron, por qué la música es tan importante en sus vidas y cuál es la razón para que una pandilla de barbudos amigos suyos, estén presentes cantando y tocando en distintos momentos.

Aunque la película no es perfecta (¿qué historia de amor lo es?) sí se destaca por salirse de los clichés a los que estamos acostumbrados en los dramas románticos, no sólo por ser alegremente franca a la hora de mostrar la dimensión sexual de su relación (eso no pasa en las películas gringas) sino por la bellísima intensidad que le suman a esas subidas y bajadas emocionales propias del amor las intervenciones musicales, que nunca se sienten metidas a la fuerza. Puede que en la segunda mitad de la película la estructura fragmentada no funcione tan bien como al principio y que la reacción de uno de los protagonistas no sea totalmente lógica con lo que nos han venido contando, pero esos son defectos menores que no opacan el resultado final, como esos pequeños ruidos de los discos de acetato, que sólo lograban hacer más interesantes las canciones con las que bailábamos y llorábamos, a veces, al mismo tiempo.

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