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Doña Paula vende en E.U. mazamorra y chontaduro

La empresa antioqueña afirma que durante 50 años de existencia ha logrado mantener sus productos alimenticios con el mismo sabor casero.

  • La empresa que en 1963 comenzó produciendo brevas en conserva, maneja hoy un catálogo de productos con más de 100 referencias. FOTO Manuel Saldarriaga
    La empresa que en 1963 comenzó produciendo brevas en conserva, maneja hoy un catálogo de productos con más de 100 referencias. FOTO Manuel Saldarriaga
27 de septiembre de 2013
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A sus 50 años, el origen de Doña Paula envuelve cierto misterio. Que la fábrica de alimentos enlatados la creó un empresario, inspirado en las delicias culinarias que le preparaba su empleada, llamada Paulina, dicen unos. Que la industria fue obra de José Arriola del Valle, consta en informes publicados en este diario. Que los pioneros fueron Saúl Pérez y Hans Barth, afirman los actuales administradores, asistidos en su memoria por Luis Gabriel Salazar, quien lleva 24 años en la nómina.

Mientras la historia oficial se escribe, por las celebraciones del cincuentenario, los 82 trabajadores de Doña Paula se concentran en la producción, con un reto nada fácil: asegurar que, por ejemplo, los fríjoles y las brevas que a inicios de los 60 se comieron sus primeros clientes, tengan el mismo sabor para quienes los continúan comprando y consumiendo en 2013.

Para la asesora externa María Cristina Troncoso R., directora Ejecutiva de Marketing & Publicidad, mientras los competidores, que no son pocos, se enfocan en la tecnología, esta mediana industria cuida el sabor, de manera que los alimentos sepan igual con el correr del tiempo, partiendo de la gastronomía antioqueña, pero sin marginarse de las tendencias y los gustos de los consumidores.

Recuerda Luis Gabriel que la compañía funcionó primero en Medellín, en el sector de Sandiego, y luego migró al municipio de Itagüí, en donde actualmente se concentran las oficinas y la planta manufacturera.

Datos del registro público mercantil dejan ver dos etapas de esta compañía. Según la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia, Conservas Doña Paula se constituyó como sociedad limitada en los años 60. El 31 de diciembre de 1974, siendo sociedad anónima, se declaró disuelta y en estado de liquidación. El cuento no murió ahí. La Cámara de Comercio del Aburrá Sur hace constar que el 10 de diciembre de 2002 nació C.I. Doña Paula, que el 26 de diciembre de 2005 absorbió una porción del patrimonio que escindió Conservas Doña Paula.

Eso es lo jurídico. En lo vivencial, Luis Gabriel relata que la primera vez que cruzó la puerta de Doña Paula vio una compañía más bien pequeña, que con menos de 40 personas procesaba y empacaba en latas fríjoles, brevas, mermeladas, cernido de guayaba, coctel de frutas y hasta mondongo. Él estuvo 17 años en la línea de mantenimiento y después pasó a producción, en donde ha vivido varias olas de modernización, como la introducción de las etiquetadoras, la máquina peladora de salchichas y una enorme olla a presión (autoclave, para los expertos) en la que se esterilizan los envases a una temperatura que dejaría en pura osamenta a un ser humano y a la que ni siquiera sobreviven bacterias, virus, microbios y la más acorazada de las legiones de gérmenes que atentan contra la salud humana.

Luis Gabriel señala que “lo que más me impresionó al vincularme a la empresa era satisfacer mi curiosidad sobre cómo cerraban las latas y también cómo hacían para meter allí los alimentos y ponerlos a durar hasta tres años, sin tener necesidad de agregarles preservantes”.

Álvaro José Gutiérrez Villegas, que laboró 24 años en Respin y desde hace año y medio gerencia Doña Paula, precisa que por las condiciones de producción que se tienen, los alimentos empacados en hojalata pueden ser consumidos hasta dos años después, mientras que los almacenados en recipientes de vidrio duran año y medio, por los daños que les causa la luz.

“Esta empresa fue innovadora en materia gastronómica, señala María Cristina. A los antioqueños los puso a consumir sopa de espárragos enlatada y espaguetis con carne. Así mismo, cambió los tradicionales dulces de las abuelas por las mermeladas”.

Maquila para cadenas
Crecer como empresa significa también expandir la oferta de productos. Hoy Doña Paula -la comercializadora internacional que cuenta con la norma ISO 9001 versión 2000- tiene un portafolio de más de 100 referencias de productos.

Los alimentos se agrupan en varias categorías. En bebidas, sus productos líderes son los néctares de manzana y pera; en cárnicos, los que mandan en facturación son las salchichas tipo Viena; en vegetales, marchan a la cabeza los enlatados de arveja con zanahoria; en platos preparados, marcan en punta los fríjoles con tocino; y en salsas, el trono es para la de tomate.

Según Iván Valencia Isaza, director de Ventas, del 100 por ciento de la producción de Doña Paula el 9 por ciento se remite a los mercados internacionales. Estos corresponden a los países en los que se encuentran grandes colonias de colombianos, o sea Estados Unidos, España, Canadá e Inglaterra.

¿Y por qué no están en países vecinos y clientes naturales, como los venezolanos, a donde sería más fácil exportar?

La razón es bien conocida por quienes sufren con las abultadas cuentas por cobrar que tienen en la chavista república bolivariana: ¡a un empresario le gusta vender, pero le gusta mucho más que le paguen!

El 61 por ciento de lo que se produce se comercializa en el territorio colombiano con la marca de la casa, o sea Doña Paula.

Y el restante 30 por ciento corresponde a maquila. Esto es, a productos que se procesan, envasan y rotulan con las marcas de sus clientes. En Colombia, tal es el caso de Aburrá, Exito, Carulla, Consumo, Euro y la cadena Super Inter.

En la lista de clientes internacionales figuran Ambassador y Goya, la empresa líder en alimentación para latinos.

Las primeras divisas que recibieron por sus exportaciones llegaron de Norteamérica. “Eso fue en el año 1987, indica Sandra Zuluaga Cardona, directora Administrativa y Financiera. El embarque consistió en fríjol, brevas y mazamorra”.

Sí, mazamorra. El típico producto antioqueño es comercializado enlatado en el gigante mercado de Estados Unidos.

Ese tinte exótico cobija a otros productos que también han encontrado su nicho de mercado en las tierras del Tío Sam, como el chontaduro, las motas de guanábana y el guarapo de caña.

Todo se despacha con el logo de la empresa, que se complementa con el dibujo de una mujer afrodescendiente, vestida de azul, con delantal de cuadros rojos y blancos, piernas que terminan en punta, cabello recogido en moña y una mano que alza una cuchara tan grande como su mismo cuerpo.

Como dato curioso, hubo una etapa en la publicidad de la empresa en que esta muñequita aparecía sin ojos. Ahora los tiene... y bien abiertos. Además de simbolizar a Doña Paula, esta imagen da cuenta de los valores corporativos que ha definido la organización.

En lenguaje coloquial, eso quiere decir que en esta industria se debe trabajar en un ambiente familiar y cálido.

En lenguaje más formal, eso implica que todos los trabajadores deben cumplir los reglamentos, hacer una gestión cabal y ética, con transparencia en la contabilidad e información, guardando con sigilo los secretos industriales, con un trato igualitario para todos, lealtad por la empresa y, entre otras cosas, respeto, “dando a los demás el trato que se quisiera recibir, con cortesía, consideración, atención e intención de corresponder a la necesidad del otro, con eficiencia y eficacia”.

A pesar de su marcado regionalismo, Doña Paula no deja de lado la racionalidad económica y por ello dentro de su abanico de proveedores incluye a los chilenos, que le suministran los concentrados para elaborar los néctares y el maíz amarillo tierno. ¡Cosas de la apertura! y también de las mejores condiciones en calidad, precio y seguridad de suministro que deben buscar los hombres de negocios.

Visto de otra manera, esas son oportunidades que la misma Doña Paula aprovecha. Prueba de ello es que también habla inglés y les dice a sus clientes foráneos “let Doña Paula cook for you”. Es decir, “deje que Doña Paula cocine por usted”.

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