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Cuando éramos jóvenes

19 de abril de 2009
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Recordar es vivir. No todo tiempo pasado fue mejor pero hace el presente mejor. Entre amigos y con algunos textos inéditos de internet, hicimos la lista de muchas cosas que antes vivimos y que ahora están prohibidas o causan problemas. Cuando éramos jóvenes:

No usábamos cinturones de seguridad ni bolsas de aire en los carros. Además viajábamos en el mismo carro el papá, la mamá, el perro, la muchacha del servicio y los cinco niños.

Tomábamos cuatro amigos gaseosa de la misma botella y no nos infectábamos.

No teníamos videojuegos, televisor, computador, celular ni internet. Sólo teníamos amigos.

Caminábamos kilómetros, montábamos en bicicleta, jugábamos fútbol, baloncesto, voleibol y subíamos escaleras y no teníamos que ir al Spa ni al Gim.

Inventábamos juegos con unos huecos en la tierra y una bola y fusilábamos al perdedor sin que sufriera severos traumas físico-psicológicos. O hacíamos guerra con boñiga seca de vaca, o metíamos la fresca y no nos infectábamos.

Muchos perdían el año y fuera de la pela no tenían que ir al psicólogo, ni tenían hiperactividad ni dislexia y habilitaban o repetían sin sufrir hasta la depresión absoluta.

Cometíamos errores y aprendíamos a superarlos y logramos diferenciar responsabilidad de farra.

Paseábamos en la parte de atrás de una camioneta sin que nos parara el tránsito.

Las camas y cunas estaban pintadas con pintura con plomo y ni estornudábamos.

No éramos tan alérgicos porque cuando bebés gateábamos en el piso lavado sólo con agua y por el que deambulaban el perro, el gato, el loro, el conejo. No usábamos casco ni rodilleras cuando montábamos en bicicleta. Tomábamos agua de la manguera. Los frascos de remedios no tenían tapas con seguros.

Hacíamos carritos de balineras y nos echábamos a rodar falda abajo y entonces nos acordábamos que no teníamos frenos y parábamos contra un barranco o un árbol, antes de aprender a frenar.

El colegio empezaba a las 7, salíamos a las doce a las casas para almorzar, regresábamos a la una y media y salíamos a las cinco. Y no nos quejábamos. Ah, e íbamos los sábados en la mañana.

Cuando nos volábamos un diente o nos rompíamos en la cumbamba, nadie pensaba en demandas sino que era culpa de nosotros. Comíamos parva, azúcar normal, panela y no éramos gordos porque la mayor parte del tiempo la pasábamos en la calle, en los solares jugando policías y ladrones o en el parque.

Íbamos a misa de gallo, al rosario de la aurora, rezábamos diariamente el rosario y no éramos beatos o nerds.

Comíamos un platao de frisoles todas las noches y no nos hacían daño, fuera de ser instrumentos de viento.

Y con todo esto y mucho más, ahora, adultos, recordamos nuestra juventud con un cariño inmenso y nos acordamos de las muchachas con uniforme que perseguíamos en el carro robado a un papá.

Quizá esos tiempos no eran mejores, pero al menos, ¡ah bueno que pasamos!

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