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Cristiada, de Dean Wright: una guerra santa contada sin sutilezas

  • Cristiada, de Dean Wright: una guerra santa contada sin sutilezas | FOTO CORTESÍA
    Cristiada, de Dean Wright: una guerra santa contada sin sutilezas | FOTO CORTESÍA
26 de abril de 2013
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A lo mejor recuerdan una canción de Piero, Los americanos, que decía: "Si conocen de historia no es por haber leído, sino de haberla visto en el cine americano, con grandes escenarios, y música grandiosa, en el sutil estilo de los americanos". Uno no puede dejar de pensar en ella mientras aguanta, sentado frente a la pantalla, las larguísimas dos horas y media que dura Cristiada. Porque a pesar de que la película tiene suficientes méritos para que el tiempo empleado en verla no sea un desperdicio total, sufre de un gigantismo que la perjudica seriamente: quiere decir demasiadas cosas, trata de mencionar a demasiados personajes. Dura demasiado.

Cristiada relata la historia del conflicto que vivió México entre 1926 y 1929, luego de que el presidente Plutarco Elías Calles decidiera hacer efectiva la separación de Iglesia y Estado que dictaba la constitución de 1917, tomando medidas represivas y absurdas como la expulsión de todos los sacerdotes no nacidos en México o la prohibición de la celebración de los rituales católicos. Ante la crueldad con que el ejército imponía la llamada Ley Calles, un amplio sector de la sociedad mexicana se opuso y comenzó a apoyar, abierta o clandestinamente, al ejército de cristeros, que se formó para enfrentar las armas oficiales y defender sus creencias religiosas.

El principal problema de Cristiada es su exagerado ánimo didáctico. El guión se preocupa por mencionar a todos los personajes destacados del bando católico, tal vez con la buena intención de homenajear a aquellos que la Iglesia consagraría décadas después como mártires, pero ya se sabe qué camino está pavimentado de buenas intenciones. Por eso la primera hora de la película es tan confusa: el espectador, poco familiarizado con el episodio, sobre todo si no es mexicano, debe soportar que la película quiera contarle la historia particular de todos los caudillos del conflicto, que al final de cuentas terminarán siendo secundarios con poquito parlamento y escasa trascendencia. Lo mismo ocurre con el personaje de Catalina Sandino Moreno (único motivo lógico para que esta película se proyecte en Colombia): el guión lo usa para "personificar" en ella a todas las mujeres que apoyaron el movimiento cristero, pero como pasa con todo lo "políticamente correcto" al final la lógica se impone y su historia termina desvaneciéndose en el aire, sin peso ni fuerza dramática.

Por fortuna está Andy García. Si la película se hubiera centrado sólo en el personaje de Enrique Gorostieta, el general ateo contratado por el movimiento para dirigirlos, que terminará sacrificándolo todo por una lucha que no es suya, habría sido mucho más intensa y memorable. García usa su amplia experiencia para crear un personaje que emociona, aunque lo hace cuando ya es tarde, y sólo pensábamos en levantarnos de la butaca sin hacer mucho ruido. Su historia, llena de matices, es la más valiosa. Pero eso pasa con los americanos. La sutileza histórica, como cantaba Piero, no es su fuerte.

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