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¿Coltan en Colombia?

18 de noviembre de 2009
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Al coltan (algunos pronuncian coltán) le dicen 'el petróleo de barro', 'el oro gris' e incluso lo llaman 'el nuevo maná'. No en vano. Ese mineral (que en realidad es la suma de otros dos: la columbita y la tantalita) es la panacea en estos tiempos de las nuevas tecnologías. De hecho, resulta fundamental para la producción del teléfono celular que usted tiene a su lado, del computador portátil en el que lee este diario o de los videojuegos que seducen a sus hijos.

El coltan también está en los trenes magnéticos (sin ruedas) que cubren distancias entre las grandes capitales del mundo a velocidades casi que supersónicas. Y, más allá, el coltan es imprescindible hoy por hoy en las centrales atómicas y en la construcción de misiles.

A nosotros, los hombres y mujeres de a pie, nos permite ahorrarnos, en buena parte, el serio problema de tener que estar cargando de manera permanente las baterías de esos aparatos, debido a que optimiza el uso de la energía eléctrica.

Así mismo, es ultrarrefractario -resiste a tal punto el calor que sólo se funde a 2.996 grados centígrados- y tiene alta resistencia a la corrosión, aparte de lo ya dicho de almacenar energía como nadie. Todo eso no puede hacerlo menos que la estrella de este siglo.

Sobra decir que quien lo tenga (se encuentra cerca de la superficie y sus minas son a cielo abierto) está parado sobre una fortuna. Y parece ser que lo tenemos y que los yacimientos serían (ojo, serían) nada despreciables, según una información que se filtró el martes pasado.

Pues sepan que no es nada extraño, si se parte del hecho de que Venezuela ha descubierto que existe coltan en puntos cercanos a la frontera con Colombia y que ya hay una explotación ilegal del mineral por parte de grupos de personas de las que poco y nada se conoce. Hace pocos días, el propio vicepresidente de ese país, Ramón Carrizales, se puso al frente de un operativo militar que intenta, antes que nada, poner dicha explotación bajo la administración de la república bolivariana. Ese es el capítulo breve de unos yacimientos que aparecen en el panorama de ambas naciones.

Lo que sigue, es otra cosa: habla de tres millones de vidas perdidas en cuatro años, en medio de un conflicto que, si no fuera porque la hipocresía mandara, se llamaría la guerra del coltan. Su escenario es el antiguo Congo belga, a lo que luego se le bautizó como Zaire y ahora República Democrática del Congo. En medio de profundos odios étnicos provenientes de la vecina Ruanda, alentados por dirigentes políticos y militares afectos a la corrupción, a los golpes de Estado (cada vez más sangrientos que los anteriores) y arrinconados por la pobreza, el trasfondo de los protagonistas de la guerra en el Congo no es otro que la lucha por hacerse al poder de las minas del 80% de coltan del mundo, que están allí.

El 'oro gris' sale por toneladas en aviones hacia el Primer Mundo. Aviones que a veces, se dice, regresan con armas para que prosiga la orgía de muerte y humillación por parte de grupos paramilitares, causantes de millones de crímenes y de su práctica preferida: la violación masiva de mujeres, ante la indolencia de las potencias.

Ojalá pues, nos caiga 'el nuevo' maná. Aunque, por lo visto, el tema va más allá del designio divino. Aquí lo que hay es: o una gran oportunidad, o el regalo envenenado que hoy desangra a esa parte de África.

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