La afluencia de varias colectividades alrededor de un candidato o la presencia arrolladora de un individuo que, sin un partido que lo represente, logra cautivar una buena porción del electorado, hacen parte de la dinámica política actual en Colombia.
Es un fenómeno que alude a dos circunstancias: somos un país cuya democracia está marcada por los caudillos y estamos, nuevamente, ante una crisis de partidos.
Estas elecciones serán para elegir personalidades. Los ejemplos son muchos, sobre todo en las capitales. Bogotá tiene en la pelea por la Alcaldía a Enrique Peñalosa, Gustavo Petro y Antanas Mockus, entre otros. Allí los ciudadanos no votarán por el Polo o por el Partido Verde. Van a elegir entre los postulados de un individuo.
En Medellín y Antioquia sucede algo similar. Sergio Fajardo puntea la carrera por la Gobernación a pesar de haber cuestionado duramente a su partido y renunciar a la codirección. Álvaro Vásquez no cuenta con el apoyo de varios e importantes sectores de la colectividad que representa, pero está allí por haber ganado la consulta interna.
Aníbal Gaviria ha recogido adhesiones de más de cinco colectividades para llegar a la Alcaldía, además de esto, tiene pacto programático con los conservadores y los verdes, que en circunstancias normales "no se rascan las mismas pulgas".
Luis Pérez llegó por firmas tras no conseguir aval oficial en ningún partido, y pese a eso, cuenta con el respaldo de sectores liberales, conservadores y de Cambio Radical, además de la Aico.
¿Elecciones o reality show?
De alguna manera, estas elecciones se volvieron una pelea de egos. Para el politólogo Fabián Sanabria, decano de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional, esto hace parte de las prácticas democráticas colombianas.
"Este es un país caudillista, de manera que no se me hace extraño. Acá siempre han primado los nombres de las personas más que las instituciones y, mucho más, que los partidos. Hasta la Constitución del 91 en Colombia solo había dos partidos con vocación de poder. Después del 91 surgieron como 75 colectividades y eso enloqueció la democracia, luego se dio una organización del sistema, sin embargo, uno ve lo que son la U, Cambio Radical o Mira se hace evidente que son recomposiciones de liberales y conservadores. Siempre han primado personas, en las alcaldías de municipios siempre ha mandado el gamonal".
Para el analista, ese es el resultado de no contar con una democracia moderna, aunque, aclara, el fenómeno se presenta en muchos países. "Esto tiene mucho de donde cortar, porque en un país como Francia los partidos se recomponen o cambian de nombre según el comodato del mandarín de turno. Los republicanos se llamaban de la Mayoría Popular con Sarkosy. Así, en la política colombiana siempre va a haber figuras que pesan, lo que pasa es que tienen enormes apoyos institucionales y de partidos".
La directora Ejecutiva del Instituto de Ciencia Política, Marcela Prieto Botero, opina en un sentido distinto. "Veo que tenemos un nivel de participación política dentro de las reglas del juego y eso es muy valioso. Creo que tenemos partidos fuertes aunque cada uno de ellos se enfrente a desafíos históricos y culturales. La ley de bancadas ha permitido cosas como las que están pasando en Cambio Radical, eso es importante".
Esta analista considera positivo que se presenten candidaturas individuales, pero advierte que esto no debe convertirse en gobiernos unipersonales. "Qué bueno que cuando se presentan crisis de partido, como la que ocurrió en el Polo, haya quien diga no estoy de acuerdo con esto, pero voy a buscar una salida dentro del marco democrático. Eso no significa que Petro pueda actuar por saecula saeculorum por fuera de un partido político. Hay un factor fundamental en la democracia que se llama gobernabilidad. Si mañana Gustavo Petro gana las elecciones en Bogotá, cómo será su nivel de gobernabilidad con el Polo Democrático. Las reglas del juego le obligan a hacerse a un acuerdo pluripartidista. Los personalismos no pueden funcionar por mucho tiempo, pueden ser una puerta de salida para momentos coyunturales, pero no deben ser eternos".
La confusión para el elector
Marcela Prieto afirma que estos esquemas electorales pueden confundir al votante. El hecho de que un candidato que la opinión conozca como liberal, tenga en su publicidad el logo de otros partidos produce distracción. "Esto afecta la percepción del votante, sobre todo en el nivel regional, porque las alianzas se hacen sobre una serie de factores locales. Se podría interpretar como una estrategia en detrimento de la acción democrática".
Esto, cuando ocurre con un candidato que se lanza por firmas, tiene un agravante, afirma Nieto Botero. "Para el ciudadano resulta curioso, por decir lo menos, que si se supone que la razón de ser de salirse de una colectividad para buscar una candidatura por recolección de firmas se entiende como el interés de independizarse de una serie de prácticas que no ve como legítimas en los partidos, pero sin embargo el votante las ve todas ahí, en los apoyos que recibe. Eso debería ser analizado por el CNE porque puede suponer doble militancia".
Jairo Delgado, director de investigaciones del Observatorio de Políticas y Estrategia en América Latina, concluye que las candidaturas individuales suponen un reto muy grande para los partidos. "Creo que es un llamado de atención a los partidos que no han sido consistentes para ofrecer posturas de sostenibilidad ideológica, ni reglas que permitan cohesión, esto atomiza la percepción del elector que termina por decidir su voto por un individuo, así no sea de su partido, ya que no encuentra las respuestas en la colectividad. Prefiere al individuo como respuesta real".
"Este es un país caudillista, de manera no se me hace extraño. Acá siempre han primado más los nombres de las personas que las instituciones o, mucho más, que los partidos.
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