El fantasma del exalcalde Samuel Moreno todavía corretea a Clara López. La persigue. A veces ataca como animal feroz y otras veces puede pasar desapercibido. La historia se resume en que cuatro años después de ser su secretaria de Gobierno le critican no haber saltado a tiempo de ese barco que se hundió.
A pesar de esto, hasta sus contradictores aceptan que el nombramiento de Clara como alcaldesa, en junio de 2011, le llevó tranquilidad a Bogotá. Más allá de si tomó o no decisiones importantes, sus críticos aplauden que logró recuperar la institucionalidad que se había perdido.
Y es el fantasma porque los periodistas, estudiantes, amigos y enemigos, antes de preguntarle sobre sus propuestas como candidata o sobre sus días como profesora en la Universidad del Rosario o como estudiante en Harvard, aprovechan cualquier minuto para cuestionarla por su responsabilidad en la administración de Moreno.
Esas respuestas ella las asume con tranquilidad, sin queja, las tiene libreteadas. Advierte que, efectivamente, el partido se equivocó, pero que ese estigma no puede durarle para siempre. Las explicaciones sobre ese paso de dos años son breves, por eso se escabulle en los seis meses como alcaldesa encargada de Bogotá. Le gusta recordarse entrando al Palacio de Liévano, le gusta más contar que asumió con valentía el mando de una alcaldía que pasaba por la peor crisis de la historia y se vuelve intensa al decir que en esos meses logró lo que ningún otro mandatario había hecho: salvarla del colapso.
Su amigo y expresidente del Polo, Carlos Gaviria, dice que en esos seis meses Clara logró apartarse del sello de Moreno, aunque acepta que esos dos años le perjudicaron su carrera política y pública. "A ella la salvó el hecho de que la encargaron de la Alcaldía y ahí hizo una gestión que contrastó por completo con la de Samuel".
Para Gaviria, Clara ha cometido otros errores más sonoros que el de estar en el gobierno de Moreno, ya que según él, durante esos años ella actuó bajo el principio de inocencia. "A mi juicio, el gran error de Clara fue elegir a Aída Avella como su fórmula vicepresidencial. Era el momento de atraer votos de otros sectores políticos inconformes con el gobierno actual y con Uribe. Además, una cosa ha sido el Polo y otra la Unión Patriótica, ya que la UP tenía afinidades con la guerrilla y el Polo siempre quiso desmarcarse de la lucha armada. Ese fue un error".
Aurelio Suárez, consultor, analista y excandidato del Polo a la Alcaldía de Bogotá, destaca también que los mejores seis meses que ha tenido Clara en su carrera política fue en sus días como alcaldesa. Recuperó la cotidianidad.
Eduardo Behrentz, decano de Ingeniería de la Universidad de Los Andes e investigador en temas urbanos, advierte que aunque es equivocado que Clara se "vanaglorie" de su gestión en la Alcaldía, destaca que allí, López hizo gestiones importantes como congelar, durante su administración, las decisiones del Transmilenio por la Séptima.
Y de la Alcaldía dio el salto a la carrera presidencial, como fórmula a la Vicepresidencia de Gustavo Petro, en 2010. Esa alianza con el progresismo también le ha valido críticas y sus amigos más cercanos dicen no entenderla. Pero Clara insiste en que Petro es la víctima en el escándalo, aunque reconoce que el mandatario se ha equivocado en algunas de sus gestiones.
La tesa
Ahora bien. La hoja de vida de Clara está marcada por una ruta académica brillante. Es intachable. Es preparada, inteligente, tesa, muy tesa. Conciliadora al extremo. Prefiere comprar libros que ropa. Se come las uñas y hace muchos años no sale de compras a un centro comercial.
Aurelio lo dice así: "Clara tiene un altísimo nivel intelectual". Gaviria la define como una persona absolutamente convencida de su ideología política. "Ama su colectividad".
La visión que tiene su esposo, Carlos Romero, del trabajo de Clara cuando fue concejal de Bogotá, siendo ambos de partidos contrarios, define el talante y el compromiso social de la candidata del Polo.
"Es una mujer progresista. Yo la vi haciendo sus debates en el Concejo, emulando conmigo y nunca defendió una causa injusta. Siempre estuvo del lado del desposeído, del necesitado, de las necesidades de la ciudad, entonces eso me mostró que había una descendiente de los López diferente".
Y lo menciona porque Clara viene de una familia política que vio llegar a la Presidencia a uno de sus integrantes: su tío Alfonso López Michelsen.
El hecho de pertenecer a una familia de clase alta no la libró de conocer el dolor y la tragedia de tener que abandonar el país, como producto de las amenazas en contra de su esposo. Por eso pasó un buen tiempo exiliada en el exterior.
Allí demostró de lo que está hecha esta bogotana, amante del vallenato y de tardes enteras compartiendo libros con su esposo. Clara tiene hoy el sueño de convertirse en la primera mujer que llega a la Presidencia y, de lograrlo, conquistar para la izquierda un lugar que hasta ahora parece lejano.
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