Cuenta la historia que onomá no pudo contener sus lágrimas y estas, como lluvia, cayeron formando un hilillo de agua que empezó a saltar de peña en peña. Tanto lloró, que ella misma se convirtió en lágrimas.
Por eso cuando Onomá se convirtió en río supo que su amante, al morir, se había convertido en estatua de sal y que esta, diluida por las lluvias, formó un pequeño mar que hoy llaman Bahía de Cispatá. Por eso el río Sinú desemboca en la bahía y desde entonces trata de endulzar las amargas lágrimas del mar.
Con esta semblanza de las tradiciones zenú se transporta el visitante a un mágico territorio en el departamento de Córdoba, rico en aguas y manglares, flora y fauna, con amplias playas blancas y un mar tranquilo donde se puede nadar y practicar deportes náuticos, mientras a lo lejos saltan los delfines.
Gracias a las condiciones climáticas y geográficas, se facilita el desplazamiento a otros atractivos turísticos de la región, como el volcán de lodo; Momil, la tierra de las artesanías en barro; Tuchín, donde nace el sombrero vueltiao; el Museo del Calabazo donde Julieta Cardona , de Támesis, Antioquia, brinda el más exquisito café mientras cuenta la historia de estas piezas naturales con caprichosas formas. También están Santa Cruz de Lorica, con sus tesoros arquitectónicos, y la reserva natural de Sanguaré, entre otros.
Por vía marítima se hacen emocionantes paseos en lancha por los exóticos manglares, hábitat de cocodrilos, icoteas, tortugas, peces, monos y variadas aves.
Entre el descanso, las salidas, el sol y el mar, nada como una buena comida. Y para los amantes de los mariscos y los pescados, encuentra la amplia oferta gastronómica del lugar. Un destino para volver.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6