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Bizcochitos aún atraen en Aranjuez

22 de agosto de 2008
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Los jubilados que a diario se sientan en el parque de Aranjuez no olvidan las tardes de los lunes cuando llegaban las escaleras de distintos pueblos de Antioquia, en busca de los milagros de San Nicolás de Tolentino y de los bizcochitos benditos que eran adquiridos a cambio de una ofrenda para la parroquia.

Pero, aunque el estigma de violencia de años atrás, alejó a los fieles, esa tradición no ha muerto. Los bizcochitos todavía existen y son repartidos durante la misa de las tres de la tarde de todos los lunes.

Según el historiador Hugo Bustillo Naranjo, en su libro Aranjuez 80 años, el barrio fue fundado por Manuel José Álvarez, quien le compró en 1916 a Ismael Posada su finca Berlín, con una extensión de 223 cuadras.

"Don Manuel, un admirador de España y sus ciudades, después de dejar un 30 por ciento del lote para calles, que bautizó con nombres del país ibérico, plazas, escuelas, inspección y templo, trazó el barrio Berlín, que años después se convertiría en Aranjuez.

El primer solar lo vendió el 16 de julio de 1917. Un año más tarde ya había adjudicado 532 lotes para la construcción de casasquinta.

En 1930 llegó al barrio la comunidad de padres Agustinos Recoletos, quienes construyeron el Colegio Agustiniano.

En 1934 se les encomendó continuar con las obras del templo, que había iniciado el sacerdote secular Eduardo Díez. En 1961 se creó la parroquia de San Francisco de Paula. En 1952 se inició la devoción por San Nicolás de Tolentino, gracias a una imagen traída de España, réplica de la urna donde reposan los restos del santo italiano.

El párroco, Jaime Rueda Villarreal, anotó que fue tanta la devoción en Aranjuez, por este santo sacerdote que sacaba los panes del convento para repartirlo entre los pobres, lo cual dio origen a los bizcochos de San Nicolás, que en 1976 se cambió el nombre del titular por el de templo de San Nicolás de Tolentino.

El jubilado Raúl Rodríguez Álvarez recordó que llegó a Aranjuez, procedente de San Jerónimo, a la edad de seis años y tiene 72. "Hace 65 años había servicio de escaleras que transitaban por una calle de cascajo en medio de casasfinca en las que sembraban café, plátano y hortalizas y ordeñaban vacas", anotó.

"En los años 40 y mediados de los 50 instalaron el tranvía que pasaba a una cuadra del parque, después nos tocaron los buses municipales, donde el pasaje era a cinco centavos", puntualizó el hombre mientras caminaba por el parque.

En la década del 80 y principios de los 90, las bandas del narcotráfico se instalaron en el barrio y prácticamente impusieron un toque de queda para sus habitantes, muchos de los cuales abandonaron sus casas.

Pero hoy, pasar una tarde en el parque de Aranjuez es agradable. Se ven los corrillos de jubilados que, entre tinto y tinto, discuten sobre diversos temas o juegan cartas, las madres pasean en coche a sus bebés por sus aceras y decenas de niños con sus bicicletas se gozan las calzadas en construcción del metroplús.

Caminar por sus calles es recordar la arquitectura barroca de comienzos y mediados del siglo pasado con sus casas de amplios corredores y de altas tapias. A diferencia de otros sectores de Medellín, los edificios de apartamentos no tienen tanto auge.

Primero las escaleras, después el tranvía y los buses municipales y próximamente el metroplús son los sistemas de transporte que identifican a Aranjuez, el barrio donde los bizcochitos de San Nicolás todavía seducen a los creyentes católicos.

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