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Arbeláez, entre las mentes más lúcidas

  • Gustavo Arbeláez Ramírez cuenta que su pasión por formar la biblioteca de autores antioqueños surgió en 1952; la de los bronces de personajes ilustres es más reciente. Hay otra que no se ve aquí: el DIM, del que fue directivo. Róbinson Sáenz
    Gustavo Arbeláez Ramírez cuenta que su pasión por formar la biblioteca de autores antioqueños surgió en 1952; la de los bronces de personajes ilustres es más reciente. Hay otra que no se ve aquí: el DIM, del que fue directivo.
    Róbinson Sáenz
  • La Litografía Especial comenzó en Carabobo con Restrepo Uribe, con cinco trabajadores y una maquina Chandler 1920, que aún conserva. Róbinson Sáenz
    La Litografía Especial comenzó en Carabobo con Restrepo Uribe, con cinco trabajadores y una maquina Chandler 1920, que aún conserva.
    Róbinson Sáenz
01 de enero de 1900
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  • El fundador de la Litografía Especial evoca siempre a sus antepasados.
  • En la Litografía está la más grande biblioteca de autores antioqueños.
  • 80 cabezas en bronce representan a seres notables de la región.
Por
John Saldarriaga
Medellín

Uno está soportado por hombros de gigantes, dicen los sabios, y "estos gigantes no son otros que los antepasados nuestros", dice Gustavo Arbeláez Ramírez, el impresor. Por eso es que el fundador de la Litografía Especial se levanta todos los días a las tres de la madrugada a hacer meditación.

Preguntarán: ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Verán. Hay que decir, eso sí, que la meditación de Gustavo no se parece a esa que en los últimos años, sobre todo a partir del reencuentro con el Oriente, enseñan casi en cada esquina, con un mantra para invocar, una postura de flor de loto para adoptar, una mente en blanco para disponer y una respiración rítmica para practicar. No. La suya consiste en evocar personas gratas del pasado y hasta del presente, sus gigantes, para rendirles de esta manera un homenaje y expresarles mentalmente gratitud. De modo que por su mente, una madrugada puede pasar la figura del Roberto Urdaneta Arbeláez, uno de los tres presidentes que Colombia tuvo el 13 de junio de 1953, "bogotano de nacimiento pero orgulloso de su origen antioqueño, quien tenía las tías en Marinilla y venía a visitarlas casi de incógnito"; otra, en cambio puede solazarse con la figura del padre Germán Montoya Arbeláez, párroco de La Candelaria en la primera mitad del siglo veinte. "O con las más importantes de todas: el arzobispo Juan Manuel González Arbeláez, quien no fue canonizado, aunque llevó una vida ejemplar, y el arzobispo Vicente Arbeláez Gómez, primado de Colombia". Obviamente, su memoria se ocupa de recordar a su padre, Francisco, quien mantuvo por años un almacén de artículos para caballeros cerca del Parque de Berrío; a su abuelo; en fin. De los vivos recuerda a Jorge Rodríguez Arbeláez, el de Quirama; a Joaquín Vallejo Arbeláez, el del Plan Vallejo, y "claro, el de la guitarras Arbeláez, de Marinilla, también es del mismo tronco..."

Las mentes más lúcidas
De modo, pues, que es una técnica de meditación muy suya -que debería patentar en este mundo de plagios del que, él que es impresor, debe saber tanto- que se complementa, además, con un particular retiro espiritual: una visita prolongada a su biblioteca de la Litografía, la cual contiene la más grande colección de títulos de autores antioqueños o que tienen que ver con este departamento. Más de diez mil volúmenes.

Por eso es que cuando él se encierra en ese paraíso borgesiano no quiere volver a salir. "No quiero, porque estoy acompañado por las mentes más lúcidas de la región en todos los tiempos", sostiene Arbeláez, refiriéndose, claro está, a los libros, que incluyen literatura, ciencias y artes, pero también a unas ochenta cabezas en bronce de personajes representativos que ha ido mandando a hacer.

Así las cosas, digan si no es para mantener una mente saludable: Gustavo Arbeláez Ramírez lee, digamos, un ejemplar de la primera edición de La Marquesa de Yolombó, de Tomás Carrasquilla, correspondiente a 1928 -por cierto, éste es el año de nacimiento del impresor- y puede estar levantando la cabeza para encontrar la mirada del escritor de Santo Domingo, cada que lo conmueva una escena o lo maraville una descripción.

Fernando González, Baldomero Sanín Cano, Jorge Isaacs, Fernando Gómez Martínez, Carlos E. Restrepo, Manuel Uribe Ángel... "Uno de los últimos que mandé a hacer y tengo conmigo es el caricaturista Ricardo Rendón. Sí, claro, él fue uno de los Panidas, como León de Greiff, que está más allá", cuenta Arbeláez. También hay cabezas de mujeres. Débora Arango, la Madre Laura, María Cano... "¿Cómo no voy a tener a María Cano? ¿Sabé usted que ella era amiga de Luis Tejada?"

Añoranzas
Gustavo Arbeláez Ramírez se casó con Nelly Tobón Tobón en 1953. Seis años antes de fundar la Litografía Especial. Ella había llegado a él "gracias a la mano de Dios, aunque la gente diga que fue el destino", a su oficina, situada en el edificio más elegante de la ciudad en ese tiempo: el Fabricato. Por esos días, su negocio de representaciones tenía a su cargo algunas firmas bogotanas de zapatos, papeles y así, todas diferentes.

"Una de las grandes fortunas que tenemos los Arbeláez es que somos muy bien casados -comenta-. Hemos tenido todos unas mujeres muy buenas. Así es Nelly. Y su sensibilidad la demuestra también en el amor al arte y a los animales".

Fue en 1959 cuando a Gustavo Adolfo le dio por montar una pequeña tipografía en Carabobo con Restrepo Uribe, la Especial, cerca de la iglesia de Jesús Nazareno, con cinco trabajadores y una maquinita de segunda que compró por 13 mil pesos. Una Chandler manual, a la que había que ponerle hoja por hoja. La misma que ahora está exhibida en la entrada de la compañía, en Barrio Colombia, como reina de ese museo del impresor que él está formando, no sólo con aparatos que han sido suyos, sino con otras antigüedades que ha ido adquiriendo. "Pero, ¿sabe?, nunca me he interesado mucho por manejar las máquinas. He pensado es en la dirección del negocio", sostiene el impresor, quien a veces camina por el edificio, visita y saluda uno a uno a los cien trabajadores. Entre ellos, a su hijo Gustavo Adolfo, el gerente, un zurdo que sufrió en la infancia por la incomprensión de las profesoras por esta característica y ha conseguido, en tiendas inglesas sobre todo, artículos para personas que dominan la mano izquierda. Dicho sea de paso, en su oficina, entre pinturas originales enmarcadas en maderas talladas, hay un reloj de pared cuyas manecillas giran al contrario de las convencionales.

Camina, sí, el señor Especial por todas partes, pero, por supuesto, vuelve a la biblioteca de las horas breves. "¡Es que hay mucho que hacer! -comenta el impresor-. Cada año hay que regalarle a los clientes un libro de bolsillo con lecturas seleccionadas de textos universales sobre un tema especial. Van quince. El primero fue Amor. Han salido también Amistad, Acción... El último fue Añoranzas. Y estoy en eso. Yo me encargo de ese trabajito. En esas vivo".

El idioma del amor, texto del impresor publicado en una compilación suya
El primero de los libros preparados por Gustavo, Amor, incluye un texto suyo, titulado "El idioma del amor". Dice:

Cuando hablas del idioma del amor, logras llegar al sabio y al ignorante, al pobre y al rico, al niño y al adulto. El amor hace que tu lenguaje sea claro, honesto, comprensible.

Cuando trabajas con amor, tu diaria tarea se hace trascendente. El amor le da razón de ser a tu trabajo, a tu estudio, a tu esfuerzo. No te importa ser el más destacado o el más humilde; sólo aspiras a ser el más útil.

Cuando las afrontas con amor, las adversidades, las ofensas y el dolor no consiguen hacerte perder tu paz interior, sino que se convierten para ti en oportunidades de crecimiento.

Cuando los tratas con amor, logras comprender y aceptar a los demás tal como ellos son, sin pretender cambiarlos. Convives así fraternalmente con todos.

Cuando la expresas con amor, la palabra, la mirada, la sonrisa, la caricia, se convierte en canción, en luz, en calor, en fuerza. El amor hace de ti una fuente viva de bondad.

Cuando vives en el amor, tiene tu entendimiento ciencia y sabiduría. Comprender que vienes del amor, y vas hacia el amor. Tu existencia encuentra en el amor su pleno sentido de eternidad (...)

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