Gilberto Alzate Avendaño, periodista, escritor, abogado, diplomático, parlamentario. Intelectual y jefe de partido. Nació hace 100 años, 1910, época en la cual el país estrenaba el gobierno del republicano y antioqueño Carlos E. Restrepo y conmemoraba el primer siglo del grito de independencia.
Nació cuando Colombia tenía 4.5 millones de habitantes, de los cuales 100 mil vivían en Bogotá, 70 mil en Medellín y un poco más de 30 mil en Manizales, la cuna del personaje.
La mayor parte de los colombianos se situaba en la zona rural y su economía era esencialmente agropecuaria. El café era el principal producto de exportación.
El analfabetismo superaba el 70% de su población y aún los ecos de las guerras civiles no se habían disipado totalmente. Pesaba aún sobre la conciencia de los políticos la humillante separación de Panamá y Colombia acababa de inaugurar el voto directo, la elección presidencial para un periodo de cuatro años y la abolición de la pena de muerte.
La influencia de la Iglesia en la vida política -regida por su matrimonio con la hegemonía conservadora de 45 años- era incuestionable, hecho que el mismo presidente Carlos E. Restrepo consideraba como de "indebida interferencia".
Alzate vino a Antioquia a estudiar Derecho en su Alma Máter. Tuvo como condiscípulos a Gerardo Molina, Adán Arriaga Andrade -mentalidades de izquierda-, José Gutiérrez Gómez y a Juan Zuleta, entre otros.
Dirigió en EL COLOMBIANO una página universitaria y luego, con dirigentes de la derecha antioqueña, la publicación Jerarquía , en la cual velaron sus primeras armas ideológicas para rebelarse contra las tercas jerarquías del monopolio azul. Fue editorialista de este periódico y desde aquí comenzó a modelar su estilo mordaz, original y denso para luego constituirse en uno de los mejores escritores políticos colombianos.
Cultivó siempre un talante abierto para discutir desapasionadamente todos los temas que sacudían las ideologías políticas del país. "No era un fanático" -decía Forero Benavides-, en su juicio crítico sobre Alzate. Y agregaba: "Una inteligencia con tan aguda capacidad de análisis, veía el revés de todas las cosas. Con sus adversarios políticos dialogaba sin perjuicios. Daba la razón a quien la tenía. Escuchaba con atención y saludaba con alborozo toda observación inteligente".
Para poder controvertir con sus émulos en la sólida formación de pensador tenía un acervo intelectual envidiable. Asimiló a Nietzsche, Commte, Ortega y Gasset, Azorín. Antes a Maurrás, Barrés, Platón, Goethe, Renán y Taine. Los poetas foráneos y propios no le fueron ajenos a su curiosidad de lector infatigable. Con sus lecturas, acrecentó su vasta cultura.
Desde allí labró su elocuencia. La que hiciera decir a Carlos Lleras que "la realzaba con su lógica implacable, con terrible sarcasmo, con fina ironía, con la imprecación encendida de un intelectual nato y de un hombre de acción".
Alzate fue un hombre de Estado. Maestro del derecho público, conoció a fondo las teorías del socialismo, del capitalismo, del corporativismo desde sus mocedades.
Era tan avanzado ideológicamente en su tiempo -regido por gobiernos teocráticos- que el escritor Juan Lozano y Lozano lo señalaba como "el único hombre con capacidad de realizar una revolución en Colombia". Y añadía: "Junto a Alzate, Gerardo Molina, Diego Luis Córdoba y Gilberto Vieira, son miembros de la liga de las damas católicas...".
Los solos planteamientos jurídicos de Alzate para mostrar las contradicciones políticas de la reforma constitucional corporativista de Laureano Gómez en los años 50 del siglo pasado -que espoleadas por aquel fracasaría- y sus reparos jurídicos a la reforma como se precipitaba el plebiscito de 1957, son páginas de antología que durante mucho tiempo alimentaron la discusión en aulas universitarias y foros de jurisconsultos.
Previó cómo por ese mandato de la Carta se creaba, primero por 12 años y luego por 16, la exclusión de nuevas manifestaciones de opinión al establecer la paridad con alternación exclusiva de los dos partidos tradicionales en el poder. Experimento monopolístico que si bien tuvo efectos positivos en la concordia política de los colombianos, desbordó la corrupción en la administración pública por la falta de una oposición ejercida por un partido sólido, para fiscalizar y actuar como alternativa de poder.
Su último discurso en la Cámara de Representantes, enfrentado a sus adversarios laureanistas, es una página de erudición y mordacidad que se destaca por su elocuencia, ironía, y profundidad argumental.
Alzate no fue presidente. Pero intelectual y éticamente superó a muchos personajes de los que están colgados en la galería de los expresidentes de los últimos 60 años. El destino se le atravesó para frustrar su ambición, como se le interpuso a Uribe Uribe y a Luis Carlos Galán.
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